El dios de este mundo

A propósito de las elecciones de los Poderes Judiciales del falso Estado me­jicano

Wangkun Jia/Shutterstock

Si para tratar la presente situación del contexto mejicano y novohispano se comenzara citando la última dolorosa tragedia y pidiendo responsos por la muerte de esos miles de novohispanos, tendría que ser reescrito minuto a minu­to, lo mismo que implicaría la promoción de afiches de búsqueda con que los desgobiernos locales y federal se burlan de la tragedia de las familias de las vícti­mas de rapto y asesinatos, así como de tocar el millar de boletines de denuncias sobre los tratos injustos de los patrones para con sus empleados —incluyendo al Estado.

Es por tanto conveniente para conocer en verdad y no desde el sensaciona­lismo de los intereses las falsas premisas que alimentan las causas de estos acon­tecimientos y el impedimento absoluto de ser subsanados desde todos los reme­dios de juego nacionalista o conservador que han nacido como bastardos de la ú­nica vocación política del alma y su natural tendencia al bien del prójimo.

Dice la ya conocida frase de Juan Donoso Cortés que «El principio electivo es de suyo cosa tan corruptora que todas las sociedades civiles, así antiguas co­mo modernas, en que ha prevalecido han muerto gangrenadas».

La gangrena mejicana tiene varios nombres y apellidos, algunos de curiosos monogramas popularizados y otros indignos portadores de insignias que no les son propias en absoluto, pero sus abstracciones más representativas son los así llamados, como demonios que han perdido su principado angélico, Poderes Eje­cutivo, Legislativo y Judicial.

Han sufrido muertes hemorrágicas internas y externas con las bacterias so­ciales que ellos mismos cultivaron, no solo por la completa imposibilidad de los juegos mentales de Montesquieu, si no por el simultaneo cinismo e ineptitud que acompaña sus propias pretensiones de latrocinio hasta tener que llevar a pasos a­gigantados la esencia absolutista del liberalismo y darse por completo sus pro­pias normas, ejecutores y jueces. Coronando de forma invisible al Monarca Mammon. Han vendido sus últimos bienes, y en ello han reafirmado toda la ra­zón que posee la única Política Tradicional. Es reivindicación el reconocimiento de todos sus fallidos esfuerzos en la historia.

Esta ya-ni burocracia moderna y ‘constitucionalismo’ no son errores abs­tractos con imprecisiones académicas criticables por su poca forma católica y complacencia conservadora en las «buenas formas», son ideologías perversas cuya adhesión y ejercicio provoca directamente la muerte de muchas almas con nombre y apellido que conoce Dios y sus cercanos, en cuerpo y postrimería.

Es decir, no es la ineptitud ni la corrupción subjetiva la que provocan el desabasto de medicamentos, la precarización de las condiciones laborales y la elevación prohibitiva del costo de vida, está creada así, son las finalidades programáticas al hacer una ficción nominal el bien común y desproveerlo de verdaderos medios para su consecución. El Virreinato y la Corona no son aparatos decorativos nacidos de la excepción de un periodo histórico arcaico.

Lo es aquí, lo es en el genocidio Palestino, y en la persecución cristiana de Corea del Norte y la China Comunista, desde estas tierras con la discriminación juarista y cardenista a las auténticas ciudades indígenas.

Es también en lo minúsculo, en cada particular incomodidad. Deberían los jóvenes encontrar que cada carencia a sus propias apetencias consumistas crea­das artificialmente por lo que ellos llaman mundo «blanco privilegiado», y hasta sus deseos más rectos como un hogar y un trato laboral digno es causada por e­llos.  El enemigo nunca fue la Iglesia ni España, siempre fue el protestantismo y Albión, el demonio y su corte. Ellos son los del ambiente puritano, «patriarcal» en la acepción moderna peyorativa que lo toman, su capitalismo que crea la ne­cesidad y el paliativo, el dolor y la dependencia a la oxicodona.

Así es el dios del mundo.

La Reforma Judicial representa todos sus fallidos intentos de fingirse gober­nantes para algo de lo que no tienen ni un ápice de legitimidad en el ejercicio (ni por supuesto en el origen), es el cese de los resquicios del orden y el Principio de Autoridad, y por tanto sobreviene como una remoción más del Katejón en esta porción de Cristiandad. Es al mismo tiempo un testamento del triunfo de la Cruz y el Reinado Social de Nuestro Señor, entre tanto se arrojan más al lago de fuego de la violencia y el dolor, con la solidaria tristeza y sufrimiento que une a todos los habitantes de esta otrora feliz tierra, más indeleblemente marcados de ver la muerte de estos y la Resurrección y Ascensión del Señor que reina hoy y siem­pre, la coyuntura que permite difundir más que nunca la necesidad de someter todas las cosas al imperio del Amor.

A su vez han cumplido pues a cabalidad su programa y se han dado la muer­te del dragón gnóstico Ouroboros, por el signo de su Cábala y perversa preten­sión de ritual síntesis, más, sufrirán la muerte del dragón Satanás pisoteado por la Santísima Virgen de Guadalupe cuando triunfe su Inmaculado Corazón en el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo, que reina y ha de reinar hoy, no solo al fin del mundo como pretenden los modernistas.

Por lo tanto, enhorabuena por las exequiales elecciones, un paso en la abre­viación del tiempo por el bien de los amados hijos de las Españas, que las han de volver a ver en plenitud.

Juan González Flores, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.

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