
Una rueda de prensa para la historia… repetida
Pedro Sánchez compareció una vez más ante España. No para dimitir, no para aclarar, sino para elevarse como centinela de una democracia que lleva medio siglo demostrando que es la causa misma de la corrupción. Con ceño teatral, verbo redondo y ese aire entre profesor de Filosofía de instituto y emperador cansado de conspiraciones, proclamó su fidelidad a la democracia del Régimen del 78… o mejor dicho, al sistema de administración de privilegios.
Y como decía Tácito, «cuanto más corrupto el Estado, más numerosas las leyes». Hoy, Pedro añadió otra ley no escrita: cuanto más putrefacta la política, más solemnes son las ruedas de prensa.
Una línea de sucesión en el arte de la cloaca
Desde que en 1978 se escribiera en letras áureas la Constitución inmodificable, el poder en España ha sido una comedia de enredos entre dos partidos, dos maneras de saquear, y varios actores secundarios secesionistas que se alquilan por sesión.
Ahí están todos los que quisieron limpiar el sistema, y acabaron viviendo de él. Y así se cumplen las palabras de Plutarco: «Nada revela tanto el carácter de un hombre como el uso que hace del poder».
Repasemos brevemente la gloriosa estirpe de los custodios del Régimen:
Felipe González, presidente por la gracia de Suresnes, trajo el socialismo de los Audis oficiales. Los GAL convirtieron al Estado en asesino, y los fondos reservados en sacas del hampa de partido. Su hermano enredó en Sevilla, su ministro Roldán huyó con maletas, y el PSOE andaluz vivió del cuento y del ERE.
Aznar, el del bigote recto y la economía enloquecida, fundó la burbuja del ladrillo y preparó el terreno para que Rodrigo Rato, su ministro, acabara condenado por corrupción y fraude fiscal. Fue el profeta de Bankia, el evangelista de los Azores, el padrino de Gürtel.
Zapatero, con sonrisa blanda y crisis durísima, vio florecer la ruina económica mientras los socialistas andaluces robaban a manos llenas. Su herencia: paro, indigencia moral y las bases de un Estado más endeudado que digno.
Rajoy, mayordomo del IBEX 35, nos dejó con Bárcenas, sobresueldos, la Gürtel, la Kitchen, la Púnica… con un partido que en cualquier país serio estaría prohibido por reincidente. Pero ya lo dijo Cicerón: «Nada hay tan vil y ruin como fingir virtud cuando se carece de ella».
Y así llegó Pedro. Hombre de tesis ajena, verbo propio y rostro inmutable. Prometió ser la antítesis del pasado… y terminó siendo su homenaje más refinado. La rueda de prensa de hoy fue una obra maestra del cinismo, una pirueta de «yo no sabía nada» que solo puede ejecutarse tras años de entrenamiento en el gimnasio moral del Régimen.
Su esposa, Begoña Gómez, está bajo investigación judicial por tráfico de influencias. Al parecer, dirigir una cátedra permite abrir puertas… y firmar contratos que huelen a dedo y a negocio redondo.
Su hermano, David Sánchez —alias «el director de orquesta que no ficha»—, cobra de la Diputación de Badajoz por funciones nebulosas. Ni registros, ni control horario, ni claridad. Tan invisible que hasta la UCO ha tenido que afinar el oído para encontrarle.
Y mientras tanto, grabaciones policiales muestran maniobras para evitar que los escándalos salpiquen a la Moncloa, presiones a jueces, fiscales y medios. Todo muy institucional. Muy europeo. Muy Régimen.
Sócrates advertía que «la corrupción de los mejores produce los peores», y en la España de hoy esa frase no es filosofía: es nota de prensa.
La verdadera tradición democrática: turnarse para robar
Pedro no rompe con nada. Es continuidad con mejor sastrería. Él no quiere destruir el sistema: quiere que siga funcionando igual, pero con su cara en la foto y sus aliados en las sillas. Eso es lo que defendió hoy con pompa y pena: la continuidad como valor supremo.
Y cuando apeló a la lucha contra «el fango», olvidó mencionar que ese fango lo llevan generando ellos mismos desde 1978. Porque el barro no viene de los extremos: viene del centro, del corazón del Estado, donde se cuecen contratos, se archivan causas y se reparten televisiones.
El poeta Juvenal dijo «¿quién vigilará a los vigilantes?». En España, nadie, porque todos los vigilantes han sido contratados por el mismo Régimen.
La rueda de prensa de Pedro Sánchez fue como volver a ver una obra que ya uno sabe de memoria. Lo único nuevo es el maquillaje. El texto es el mismo, y el desenlace también.
Mientras tanto, los que deberían fiscalizar están ocupados fabricando titulares, los jueces tienen miedo o prebendas, y la gente… bueno, la gente tiene fútbol, TikTok y encuestas del CIS.
Pedro Sánchez no es el problema: es la confirmación de que el problema está vivo, sonriente y subvencionado.
Porque como pudo decir Séneca de haberlo vivido: «Cuanto más alto se sube, más dura es la caída… salvo que tengas aforamiento».
¿A qué tanta cita grecolatina? Panem et circenses.
Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza
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