Orígenes protestantes de la izquierda en Hispanoamérica (y III)

l ethos revolucionario del protestantismo es de una naturaleza agresiva, manifestada de manera pasiva o activa en su retórica política

(izq.) Mesa directiva entre laicos y pastores del foro de Iglesia de Sociedad en Perú del año 1961. (Foto : Protestantismo y Poder), (der.) el sacerdote (excomulgado) Camilo Torres, guerrillero colombiano que participó ecuménicamente en uno de los congresos del ISAL de 1965 en Barranquilla

Llegando ya al mundo de posguerra, los grupos protestantes se interesaron por fomentar el desarrollismo a través diferentes programas para el crecimiento económico y mejora del nivel de vida en los países sudamericanos. Para ello, el Consejo Mundial de «Iglesias» tras la conferencia de Evanston de 1954 creó en 1955 la Comisión de Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL) con base en Brasil. Su objetivo era enseñar a los pastores y laicos a participar en la vida política e interactuar con la naciente influencia de los partidos comunistas. Durante los 60 se crearon otras células en Perú, Chile, Argentina y Uruguay, siendo su primera conferencia en Lima en 1961, donde continuó el debate de la participación en la vida política, en boga debido al éxito de la revolución de Fidel Castro en Cuba. Tiene muchas cosas sorprendentes para el ojo moderno la actitud de los luteranos de aquella época. Opinaban que no existía necesidad de un partido político confesional, ya que la ética protestante podía influir a cualquiera agrupación política y apelaron a que aunque la congregación como tal no participara en la política, se centrara en «preparar líderes» bajo los principios protestantes.

Junto a esa comisión estaban los «congresos evangélicos latinoamericanos». El segundo de ellos se celebró en 1962, con la presencia de John A. Mackay. Allí se discutió su futuro político y acción social, incluyendo una defensa del Estado de bienestar, en boga en Europa, como «pensamiento social evangélico», y una obsesión con la cultura democrática y su defensa para que las congregaciones «rediman a las masas».

En aquel enfoque de acción social se crearon entre 1961 hasta 1965 diferentes talleres de líderes, tanto de tipo académico como político, con énfasis en el estudio de las corrientes ideológicas determinantes en el continente y con un «enfoque cristiano de las revoluciones latinoamericanos» estudiando los casos mejicano, boliviano y cubano.

Uno de esos talleres de líderes fue el quinto, hecho en Barranquilla en 1965, que contó entre sus anfitriones con nada menos que con el padre Camilo Torres Restrepo, en aquel entonces excomulgado, que brindó una conferencia sobre el «Evangelio y Cambio Social» , aquella colaboración no fue única, llegando Torres Restrepo a usar el boletín del ISAL llamado Iglesia y Sociedad en América Latina para expresar la lucha social del movimiento que emprendía, lo cual germinó como el Frente de Liberación Nacional (FLN). Se puede considerar a este grupo de confederados protestantes como uno de los eslabones de los ancestros de la teología de liberación, al ser también los primeros postulantes de un «diálogo» con los grupos marxistas.

Aquel coqueteo con las izquierdas fue más explícito en su segunda conferencia efectuada en Chile en 1966 en donde declararon respecto a la pregunta sobre la licitud de que algún miembro de las comunidades protestantes participe en algún movimiento revolucionario: «si el fin perseguido de una transformación social no es viable por otro camino, es imprescindible que desde el punto de vista de la justicia social y el bienestar del hombre». Esto ciertamente causó la radicalización del ISAL de un reformismo a aceptar más agresivamente la vía revolucionaria para solucionar problemas.

Cabe decir que hubo un choque con la realidad ya que muchas congregaciones eran políticamente más apáticas que lo que esperaban los foros ISAL, lo que demuestra el número pequeño de luteranos que tuvo alguna militancia revolucionaria. Un ejemplo es el del argentino Mauricio López (1919-1977), desaparecido, en la junta de su país que apoyó tanto a células locales como a simpatizantes del régimen de Allende en Chile. Aquellas fricciones ocasionaron finalmente la ruptura entre la rama reformista-radical y la «conservadora» entre los protestantes, la última, con apoyo especial de los bautistas de Billy Graham. Las notorias presiones estadounidenses fueron la causa de que los «frutos» del ISAL no brotasen con más fuerza, llegando a crear una paradójica reacción entre los protestantes que apostaban más agresivamente por un estado confesional. Incluso en la actualidad son vistos como aparentes «puntas de lanza» confesionales.

Lo que se puede concluir al repasar estos episodios es que la ilusión de un protestantismo reaccionario en lo social en Hispanoamérica es un fenómeno reciente, especialmente porque sus raíces estuvieron desde siempre vinculadas a las luchas sociales y siempre ha habido brotes revolucionarios que son lógicos y predecibles por sus orígenes. Todo ello junto con su laxitud y utopismo permite que sectas de corte social más «conservador», pero sin quitar el mensaje utopista —para ejemplificar, los adventistas o pentecostales—, hayan podido penetrar en la sociedad sudamericana. El ethos revolucionario del protestantismo es de una naturaleza agresiva, manifestada de manera pasiva o activa en su retórica política, ya sea en un principio buscando genealogías entre herejes liberales o sea ahora presionando por un culto cívico y un desprecio al culto —seamos sinceros, opacado, pero no muerto— católico en el mundo hispano. Su naturaleza revolucionaria es una debilidad innata en todos los protestantismos, al crear también indiferencia en su liturgia y lentamente caer en un nominalismo más corrosivo que la apostasía católica. Aun así, no por eso es menos aconsejable continuar denunciando la notoria relación entre muchos elementos con grupos díscolos y heréticos en el catolicismo, al compartir más cosmovisión de lo que se aparenta.

La conclusión está clara: debemos continuar siendo intransigentes. Recordemos que si ellos buscan reivindicar a los hombres que buscaron desacralizar nuestras sociedades y bastardizar nuestra relación con Cristo, nosotros debemos de alimentarnos de aquellos que defendieron y erigieron altares para Él e insistieron en la necesidad de mostrar la luz su doctrina, sea por activismo político o intelectual. Es un deber imperante buscar la restauración del trono de Cristo.

Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza.

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