
El pasado 18 de junio, la Ministra de Defensa española, Margarita Robles, declaró que Estados Unidos se hallaba ya haciendo uso de las bases militares situadas en España al calor de los enfrentamientos habidos con Irán. De manera concreta, se trata de al menos 30 bombarderos acompañados de aviones cisterna. Ante esta situación, la Ministra recalcó que la actuación americana se halla limitada por «el acuerdo que tenemos entre los dos países».
El acuerdo al que se hace referencia es el Convenio entre España y Estados Unidos sobre Cooperación para la Defensa, firmado el 1 de diciembre de 1988, por el cual, en sus efectos actuales tras sucesivas enmiendas, se autoriza el uso estadounidense de las bases de Rota (Cádiz) y de Morón de la Frontera (Sevilla), si bien respetando la soberanía española.
El origen de esta relación debe buscarse en el tiempo de Franco, quien, el 26 de septiembre de 1953, aceptó los conocidos como Pactos de Madrid, en los que, entre otras cuestiones, Estados Unidos se arrogó el derecho a hacer uso de las instalaciones militares españolas ante cualquier amenaza bélica que considerase inminente para su seguridad (la estadounidense).
Sería falaz, no obstante, considerar ambos tratados como equiparables, puesto que el alcanzado en 1988 redujo sensiblemente el margen de acción de Estados Unidos, pero la amenaza de represalias comerciales contra España lanzada por parte de Donald Trump el pasado 25 de junio en caso de que el gobierno de Pedro Sánchez no se atuviese a las directrices emanadas de la OTAN, ya oficialmente aceptadas, pone en evidencia que la dinámica no ha variado en lo fundamental.
En lo que concierne al contexto en Oriente Medio, desde hace años se habían venido estableciendo sucesivas negociaciones entre Irán y Estados Unidos en materia nuclear con el fin de limitar armamentísticamente a Irán a cambio del levantamiento de sanciones económicas.
Sin embargo, Irán es un país que se caracteriza por su alianza con Rusia y su abierta hostilidad al contubernio de Tel-Aviv. Con estos antecedentes, así como por la tensión derivada del genocidio que se está perpetrando en Gaza, Israel apeló el pasado 13 de junio al supuesto riesgo de que Irán desarrollase armas nucleares para lanzar un ataque preventivo contra Irán, al cual posteriormente se sumó Estados Unidos (21-23 de junio). Ello desencadenó una lógica respuesta armada por parte de los iraníes, cuya actitud queda bien resumida en las palabras del embajador iraní en España, Reza Zabib: «No tenemos límites para defender a nuestro país de cualquier agresor». No ha sido sino hasta el pasado 23 de junio que se ha alcanzado una débil tregua, si bien el conflicto amenaza con reanudarse con todavía mayor crudeza.
Estos acontecimientos revisten capital importancia para la política española, puesto que, como se ha comprobado en numerosas ocasiones, la agrupación política Vox ha recibido cuantiosos fondos del Consejo Nacional de Resistencia de Irán, conocido por su oposición al actual gobierno iraní y su colaboración con «Israel» y los Estados Unidos. Si a ello se suma la ya referida situación diplomática de cara a la OTAN y a Washington, promocionada en buena medida por el PSOE, no puede sino llegarse a la conclusión de que nuestro país lleva décadas sumido en un gatopardismo en el que la única verdadera elección reside en la retórica en la que ampararse para mantener y reforzar el papel de España como herramienta en la hegemonía del eje Washington-Tel-Aviv: si la del progresismo desnortado y fingidamente humanista o la del nacionalismo suicida ataviado de cristiano.
Así las cosas, sólo por medio de un regreso a nuestra tradición, que es católica y, por tanto, alejada de delirios belicistas, podrá España reencontrarse a sí misma y, por lo que respecta a los días inmediatos por venir, no verse envuelta en una guerra mundial deslocalizada que, por el momento, sólo nos cuesta dinero, pero que, más tarde o más temprano, nos costará vidas, como ya les están costando a gentes entre las que se encuentran, conviene recordarlo, numerosísimos cristianos que se ven acosados día a día sin que nadie auténticamente les socorra. Es por ellos que, en la medida de nuestras posibilidades, no podemos permitirnos el lujo de ser indiferentes.
Ricardo Toledano, Círculo Cultural Antonio Molle Lazo (Madrid).
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