
Vivimos tiempos de confusión ideológica, cuando lo que ayer fue sagrado, hoy es ridiculizado y sustituido por nuevas formas de culto a lo efímero y lo subjetivo. En este contexto, junio, que durante siglos ha sido en el mundo cristiano el mes consagrado al Sagrado Corazón de Jesús, ha sido suplantado, sobre todo en Occidente, por las festividades impulsadas por la agenda «woke», centradas en el llamado «Orgullo», con todo lo que eso significa, llevando a cabo una ruptura del orden moral y natural. Lo que era un mes de oración, reparación y afirmación del reinado de Cristo en los corazones y en la sociedad, ha pasado a ser símbolo de rebelión contra cualquier límite moral y espiritual.
Esta sustitución no es accidental. Se trata de una estrategia bien articulada: borrar la Fe que nos une, la que nos recuerda el sacrificio y el deber, para imponer una religión nueva: la del individuo absoluto, del deseo sin barreras, del cuerpo sin alma. Frente a eso, la devoción al Sagrado Corazón se alza como un faro de luz en medio de la oscuridad.
Orígenes de una devoción viva
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se remonta a los primeros siglos del cristianismo, pero tomó forma concreta en el siglo XVII gracias a las visiones místicas de Santa Margarita María de Alacoque, en Paray-le-Monial (Francia). Cristo le mostró su Corazón traspasado, rodeado de espinas, ardiendo de amor por los hombres, pero despreciado por la ingratitud. De ahí brotó una espiritualidad centrada en el amor redentor de Cristo, en la reparación por los pecados del mundo y en el deseo de consagrar la vida personal y social a Él.
La devoción fue impulsada por el clero, los jesuitas y numerosos laicos, hasta que el papa Pío IX instituyó la fiesta del Sagrado Corazón en el siglo XIX, celebrándose el viernes posterior al segundo domingo después de Pentecostés, es decir, en junio.
El Corazón contra la revolución: Francia y la Vendée
Durante la Revolución Francesa, especialmente en la Guerra de la Vendée (1793–1796), los campesinos católicos se alzaron contra el terror revolucionario portando en sus pechos el emblema del Sagrado Corazón de Jesús. Aquellos «soldados de Dios y del Rey» luchaban por la fe, la monarquía y la tradición, no como teólogos sino como pueblo fiel. Murieron miles, muchos mártires, con el Corazón de Jesús cosido en sus ropas como estandarte de fidelidad.
España y la «Gran Promesa»
En 1733, el Beato Bernardo de Hoyos recibió de Cristo la revelación:
«Reinaré en España, y con más veneración que en otras partes».
Esta promesa fue confirmada después por otros santos y marcó profundamente el alma española. En 1919, el Jefe del Estado D. Alfonso de Borbón consagró oficialmente España al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles. Aquello fue un acto que transcendió lo meramente devocional.
Durante la Guerra Civil Española, milicianos fusilaron y dinamitaron la imagen del Sagrado Corazón del Cerro. Pero tras la reconquista del lugar por el general Varela, se alzó una cruz blanca y luego se reconstruyó el monumento, aún más grande. Así se proclamaba que, aunque las piedras caigan, Cristo sigue reinando.
El mes que debemos reconquistar
El mundo moderno quiere convencernos de que el «orgullo» y el deseo son más dignos de celebración que el Corazón herido de Cristo. Junio no es del orgullo ni de la confusión. Junio es del Sagrado Corazón de Jesús.
Reivindicar esta devoción es un acto de amor al orden, la verdad y la patria. Es levantar la mirada y decir:
Cristo, tú reinarás. En mi vida, en mi familia, en mi nación. ¡España será para ti!
¡Viva Cristo Rey!
José Garrido, Círculo Tradicionalista de Baeza
Deje el primer comentario