
El pasado domingo 29 de junio tuvo lugar, en la sede del Círculo Alberto Ruiz de Galarreta, la décima y última reunión de este curso 2024-2025 en torno al crucial papel que desempeñó el legitimismo español en los preparativos del Alzamiento y de la subsiguiente guerra. Con una veintena de participantes y nuevas incorporaciones, la sesión constituyó una excelente conmemoración de la efeméride —ante el XC aniversario, que se cumplirá en 2026— y un magnífico broche para nuestras actividades presenciales de este año. El contenido de las ponencias fue de una gran riqueza doctrinal e histórica, por lo que aquí apenas ofreceremos una escueta reseña.
Para enmarcar el encuentro, en una primera intervención, el P. Juan Retamar quiso apuntar el sentido y origen de la Cruzada, identificando el elemento religioso como aquel que daba unidad a la guerra que asoló España durante tres largos años. No sólo por el gran número de mártires —sin ni una sola apostasía, como escribió el poeta francés Paul Claudel— sino también por el sentido religioso que dieron a la guerra los combatientes carlistas.
Así, trató de exponer las causas remotas, pero fundamentales, que produjeron el Alzamiento. Éstas no podías ser únicamente sociológicas, o económicas, o de clases; lo que está en el origen de la Guerra es una agresión constante y violenta a la fe y a las costumbres que habían configurado, durante siglos, la vida y el ethos de los españoles. Durante la intervención se sucedieron la lectura de textos de Rafael Gambra o Menéndez Pelayo que, junto con la descripción objetiva de los acontecimientos, dan cuenta de la tesis que se expuso.
Por último, se dio cumplida cuenta del uso del término «Cruzada» para definir la Guerra de España, haciendo referencia a las cartas de los obispos de Vitoria y Pamplona (Múgica y Olaechea) del 6 de agosto de 1936, la carta pastoral del obispo de Salamanca Pla y Daniel Las dos ciudades de septiembre de 1936 o la del cardenal Gomá en torno al «Sentido cristiano-español sobre la guerra», confrontándolo con el uso advenedizo que hicieron del término algunos generales liberales que protagonizaron el Alzamiento.
En segundo lugar, nuestro correligionario Juan Monzó, joven historiador, abordó con brillantez la importancia del Carlismo en los planes del Alzamiento. El ponente expuso las aportaciones fundamentales de la Comunión: forzó a que el levantamiento no fuese un simple golpe de Estado más sino un auténtico derrocamiento del sistema republicano, imprimió al conflicto un carácter de Cruzada y reconquista católica, sentó las bases de una nueva legislación centrada en la unidad católica y, por último, aunque muy significativo, aportó un elevado número de soldados —los requetés—, unidades -tercios-, y armas que hizo que el conflicto armado que surgió del fracaso del Alzamiento se desarrollase como lo hizo.
Posteriormente, centró su intervención en la narración histórica de las negociaciones que llevaron a cabo las autoridades de la Comunión, personificadas en la figura de Fal Conde, principalmente, y los dirigentes del Ejército que estaban por conspirar, representados por Sanjurjo y Mola. Preliminarmente se presentaron de manera breve los acontecimientos más relevantes que vivió el Carlismo desde los inicios de la II República hasta las elecciones de febrero de 1936 (el manifiesto de Don Jaime, la reunificación de integristas y mellistas, las negociaciones con Italia, el nombramiento de Fal Conde como jefe delegado o la institución de la Regencia en la persona de Don Javier).
En un segundo momento se expuso sucintamente la serie de encuentros, intercambios epistolares y telegramas que protagonizaron la Comunión Tradicionalista y algunos miembros del Ejército. Así, vimos cómo a las pocas semanas de las elecciones de febrero, ya se había constituido en San Juan de Luz una Junta de conspiración, presidida por el príncipe Don Javier y Manuel Fal Conde. Durante los meses de abril y mayo, los propios Don Javier y Fal Conde se dirigieron a Portugal para entrevistarse en diversas ocasiones con el general José Sanjurjo, de ascendencia carlista por ambas vías y líder moral del Ejército, que estaba exiliado en el país vecino, después del golpe fallido de 10 de agosto de 1932. Más adelante, durante los meses de junio se produjeron otra serie de encuentros con el general Emilio Mola, a la sazón representante de Sanjurjo en la península, y de los que ya se ha dado cuenta en este periódico.
Las negociaciones con Mola evidenciaron que la Comunión Tradicionalista no estaba dispuesta a sumarse indiscriminadamente a un alzamiento que no asegurara un mínimo que pudiera suscribir el legitimismo español. Todo lo contrario. El Carlismo exigió a Mola en todo momento que el alzamiento tuviera por objetivo la instauración de un régimen transitorio de corte antiliberal y antiparlamentario que prepara la restauración de la sociedad orgánica y corporativa, y la recuperación de la bandera bicolor, es decir, la rojigualda. Como se explicó, estos dos requisitos, aunque no lo hacían de manera explícita, preparaban de alguna manera la restauración de la Monarquía Tradicional en la persona del Rey Don Alfonso Carlos. Además, estas negociaciones no supusieron un obstáculo para que la Comunión, liderada por Fal Conde, continuara preparando su plan insurreccional autónomo. Como se explicó, hacia finales de junio de 1936 la posibilidad de un levantamiento exclusivamente carlista, que arrastrara a la parte «sana» del Ejército y de la sociedad, estaba muy lejos de considerarse una quimera.
Finalmente, gracias a la mediación de Sanjurjo, y pese a las reticencias de Mola y a las intromisiones de algunos miembros de la Comunión, como el conde de Rodezno, la Comunión Tradicionalista se sumó al Alzamiento el 14 de julio de 1936, asegurando las condiciones que había puesto al general Mola. Si bien es cierto que la trágica muerte del general Sanjurjo unos días después, sumado al nombramiento de Franco como Generalísimo hicieron que esas condiciones quedaran diluidas con el correr del tiempo (hecho que denunciaría constantemente la Comunión), no es menos cierto que sin el concurso de las fuerzas tradicionalistas, el Alzamiento y la posterior guerra habrían tomado un cariz bien distinto. En definitiva, sin la firmeza y la altura de miras de Fal Conde; la entrega abnegada de Don Javier y la diligencia de sus más cercanos colaboradores como Lizarza, Zamanillo o González de Gregorio; sin la generosidad, en fin, de miles y miles de familias navarras y españolas que entregaron sus bienes y sus vidas en la lucha contra los enemigos de Dios y de España, la historia del tradicionalismo español echaría en falta una de sus más gloriosas páginas, que, sin embargo ha quedado grabada para la posteridad. Sirva este encuentro para expresar nuestra gratitud hacia aquellos que lucharon por Dios, la Patria y el Rey.
Finalizadas las exposiciones, el presidente del Círculo tomó brevemente la palabra para introducir el turno de coloquio, no sin antes agradecer a los ponentes su dedicación, subrayando especialmente el gran rigor y calidad del trabajo investigador desarrollado por el segundo de los oradores. También aprovechó la ocasión para presentar sucintamente el primer volumen de escritos políticos de Alberto Ruiz de Galarreta, que precisamente contiene siete textos memorables sobre «El 18 de julio y su posteridad», y del que ya se han vendido unos cuantos ejemplares.
Tras una animadísima tertulia centrada en la singularidad e importancia de la aportación carlista al Alzamiento, un copioso aperitivo dispuesto por varias margaritas del Círculo sirvió para prolongar distendidamente las conversaciones, especialmente con los nuevos amigos, y para comentar algunos de los proyectos y actividades que ya hay en cantera para el curso próximo, de los que iremos informando debidamente en las páginas de este diario.
Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia)
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