Ayer por la mañana retiraron una cruz de piedra situada junto a la fachada del Monasterio de San José y de San Roque de las Carmelitas Descalzas de Aguilar de la Frontera (Córdoba). El objetivo era cumplir la resolución administrativa que el Ayuntamiento había adoptado para obedecer a la desgraciada y popularmente conocida «Ley de memoria histórica».
Podrán ofrecer mil excusas para justificar la retirada, la única motivación es eliminar la cruz de la presencia pública. Pues, para muchos, lo que no se ve no existe. La cruz de Aguilar estaba desnuda, era una cruz sin ningún símbolo añadido, más que el de ser ella misma recordando a los que dieron su sangre por Cristo.
Reivindico cada cruz que destruyen, cada profanación del Sagrario o cada imagen de la Virgen, nuestra Madre, destrozada. Lo reivindico no como un acto ideológico y personal: cada profanación es un agravio y un ataque contra Dios. No es una ofensa a los sentimientos religiosos, dulzona y relamida expresión para contentar a algunos que defienden su fe detrás de un título del Código Penal, poniendo al hombre como depositario del bien jurídico protegido.
Tampoco es un ataque a la manoseada libertad religiosa o de culto. Se trata de una ofensa a los derechos de Dios, Quien merece, como acto de caridad, nuestro amor. Lo reivindico para reparar y desagraviar a los Sagrados Corazones. Debemos recordar que una de las cinco ofensas proferidas contra el Corazón Inmaculado de María, reveladas por Su Divina Providencia a Sor Lucía de Fátima, es la destrucción de sus imágenes.
Contemplemos la Cruz. Contemplémosla cada día, cada hora, cada minuto. Consideremos que de ese Madero colgó el Amor y nuestra salvación. Llevemos marcada la Cruz en nuestra vida pues, si quitan todas las de piedra, quedarán, al menos, grabadas e indelebles las de nuestras almas. Seamos apóstoles y mártires cada segundo de vida que el Señor nos regala.
Él siempre vence. Y reinará en España.
Beatriz Cobo Rossell, Margaritas Hispánicas.