¿Independientes?

Presidencia (Panamá)

A pesar de ser un año caracterizado por confinamientos, y por la ausencia de los desfiles de las festividades, coloquialmente llamadas fiestas patrias, que habitualmente recorren las calles y plazas del Casco Antiguo de la ciudad de Panamá año tras año, el sentimiento independentista permanece arraigado en la sociedad istmeña. Incluso la jerarquía eclesiástica local se jacta de la existencia de miembros del clero que defendieron la independencia de Panamá en su tiempo, y de haberla apoyado desde sus inicios.

Sin embargo, la independencia no sólo está en ruptura con la Tradición, sino que tampoco se alcanzó en un primer momento, porque estuvo ligada a Bolívar, que celebró el congreso anfictiónico de Panamá. Ya decía Bolívar en su carta de Jamaica, «¡qué bello sería que el Istmo fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!» porque, en efecto, Panamá fue parte de Colombia hasta su separación en 1903.

Esta independencia definitiva estuvo apoyada por el Partido Liberal, que recién se había enfrentado a los conservadores en la Guerra de los Mil Días, y por los Estados Unidos, que habían apoyado financiera y militarmente la separación del istmo, con tal de controlar el Canal interoceánico que ahí construyeron. No sería hasta 1999 que el Canal es revertido a Panamá como estipulan los tratados Torrijos-Carter.

Pero sería absurdo decirnos «libres» aún en la actualidad. Este año pasado, hemos visto cómo el gobierno que fue electo democráticamente despilfarra los fondos públicos, incluso en estos tiempos de crisis sanitaria y económica. Las dificultades y tribulaciones, en vez de invitarles a tener alguna semblanza de ética, parecen hacer a la oligarquía más tiránica y cínica, aprovechando el «estado de emergencia» y los confinamientos para vivir en un breve totalitarismo.

La élite dirigente está conduciendo a la pequeña república a un endeudamiento y una crisis, que nos lleva a pensar, primero, si no es lo mismo democracia y demagogia, sin ninguna distinción entre ambas, y segundo, si esto no nos «amarrará» a las directrices de entidades prestamistas globales, y otras instituciones extranjeras.

La cuestión final sería: ¿valió la pena renegar de nuestra hispanidad, la Christianitas minor para perseguir todas esas ideas de libertad, independencia, y república?

Paolo Emilio Regno, Círculo Tradicionalista Nuestra Señora de la Asunción