El conocido como Real Colegio de España en Bolonia, esto es, el Real Colegio de San Clemente de los Españoles, fue creado por el Cardenal Gil de Albornoz en 1364 para facilitar que jóvenes clérigos y laicos de la península ibérica acudieran a Bolonia, ciudad famosa por su Universidad, a ampliar sus estudios. Sirvió de modelo a otros, como el Colegio Viejo de la Universidad de Salamanca, el de San Bartolomé y Santiago de Granada o hasta el de Nuestra Señora del Rosario de Santafé de Bogotá. Fueron colegiales Nebrija, Antonio Agustín o Ginés de Sepúlveda y lo visitaron San Ignacio de Loyola o Cervantes. Hoy es el único de los colegios universitarios de origen medieval que subsiste en la Europa continental.
La protección de los Reyes de las Españas, a partir de los Reyes Católicos y sobre todo de Carlos I, quien salió del mismo el año de 1530 para ser coronado en la basílica de San Petronio como Emperador del Sacro Romano Imperio, vino sólo a hacer patente el relieve de la fundación privada católica secularmente regida por el jefe del linaje de los Albornoz, que desde hace generaciones recayó en la Casa de Infantado y hoy representa el marqués de Ariza. Aunque se trata de familia nobiliaria de obediencia liberal, no hay que olvidar que Jaime de Arteaga y Falguera, conde del Serrallo y del Cid, tío abuelo del actual Patrono del Colegio, fue uno de los muchos oficiales del Ejército que –cuenta Melchor Ferrer en su Historia del Tradicionalismo Español– durante su deportación en Villa Cisneros, firmó su adhesión al Carlismo, muriendo en combate años después durante la guerra de España.
Ya hace un año que un primer movimiento logró desestabilizar las reglas de seis siglos, admitiendo a las mujeres como beneficiarias de sus becas según las exigencias del progresismo rampante. De nada ha servido la condescendencia para quienes sólo buscan la demolición de toda tradición venerable. Al contrario, sólo se han crecido ante la vacilación, y van a completar ahora el golpe. Se trata, en efecto, de una confiscación, pues se pretende intervenir estatalmente el Colegio con la excusa de la protección regia del mismo. Que el Gobierno actual, tras los pasos del anterior, lo intente no puede sorprender. Como tampoco, salvo a los que no quieren ver que cuente con el apoyo del Jefe de la Casa «Real» de la usurpación. Es de lamentar, en todo caso, que la operación venga avalada por un dictamen penoso del Consejo de Estado, en otro tiempo institución servida por juristas que informaban en derecho y no al dictado de las apetencias de los poderosos.
Agencia FARO