![Padre Miguel Agustín Pro](https://periodicolaesperanza.com/wp-content/uploads/2021/02/Padre-Miguel-Agustin-Pro.png)
La nación mejicana se encuentra apresada en las fauces del liberalismo desde hace cerca de dos siglos. Las diversas soluciones a crisis fuera de la intervención humana durante el Virreinato, fueron siempre las procesiones, los actos de penitencia públicos. Para pedir la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, que atenuara por lo menos esos momentos de prueba. Enfermedades, crisis económicas, inundaciones, como en el caso de la Ciudad de Méjico. La ayuda no se reducía al plano material de la salud del cuerpo, sino con una visión de gracia durante la Cristiandad menor.
Estos actos de piedad se han echado de menos a lo largo de los dos siglos. Ese cáncer liberal se ha instalado en cada uno de los órdenes de la sociedad humana. Sin embargo, una plegaria existe muy especial. Fue compuesta en 1914 por un sacerdote y misionero jesuita, que fue mártir del desgobierno revolucionario: Miguel Agustín Pro. La esperanza, la caridad, la fe, virtudes de toda índole se asoman en estas pinceladas de versos:
«A ti, Virgen divina, más pura y agraciada
que la azucena hermosa, que el lirio encantador.
Del Tepeyac pedimos tan solo una mirada
con que mitigues Madre nuestro acerbo dolor.
A quién acudimos en busca de consuelo
sin Patria y sin familia, sin lecho y sin hogar
sino a ti que dejaste tu trono allá en el cielo
por conquistar la patria que quisiste habitar.
Furiosos huracanes, rugientes, embravecidos
dejaron a su paso miseria y destrucción
y en ella desgarrados nuestros amantes nidos
cayeron bajo el peso del dolo y la traición…
Errantes y proscritos nos vedan Madre mía
volver a nuestra Patria que es patria del Amor
nos vedan que a tu lado pasemos este día,
nos niegan que a tus plantas pongamos una flor…
Tal vez en el destierro con mano despiadada
entre terribles penas la muerte llegará…
y ya nunca tu rostro, oh Virgen adorada,
nuestra mirada incierta con ella gozará…
Qué importa que la muerte nos quite la existencia
sufriendo del destierro la amarga soledad
si en medio de las penas sentimos tu presencia
sentimos que tu manto nos cubre con piedad.
Si tú Virgen bendita nos miras desde el trono
que en México quisiste piadosa colocar,
¡que sigan las tormentas, que surjan con encono,
que en tu estrellado manto no pueden penetrar!»
José Jaime Carranza Alvarado, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta de la Ciudad de Méjico