Tronos a las causas…

EFE/ Chema Moya

Por todos es conocida la famosa sentencia mellista que resalta la incongruencia. Es una contradicción «poner tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias». El reciente artículo de Almudena Martínez-Fornés en ABC, contiene una amalgama de contradicciones sólo concebibles desde el pensamiento ideológico, de matriz moderna y destructiva.

Las decisiones de Sánchez en lo referente a la presencia del Jefe de Estado en Cataluña han movilizado todo un elenco de defensores de la falsa monarquía. Hacen de la figura del funcionario mayor un pilar fundamental del propio sistema, ennzalzando la actitud de tolerancia del ocupante. Martínez-Fornés sostiene: «Los separatistas aún no habían destrozado la convivencia en Cataluña». ¡Como si los separatistas fuesen setas que nacen de la noche a la mañana! El problema no es que unos políticos sediciosos obren conforme a sus perniciosos pensamientos. El problema es un sistema político que ampara su alfalfa ideológica.

Sí, el problema es el régimen que cada cuatro años permite aspirar a los hombres más frívolos, malvados o traidores a puestos de poder estatal. Que establece sus miserables creencias como fuente de votos y de ingresos. El problema es un régimen que se funda en la perversa libertad de expresión. Un régimen que coloca a los españoles cumplidores y honrados al mismo nivel que aquellos procuran la disolución de la patria o los que compiten por convertir España en una sucursal del globalismo.

El mismo sistema que representa Felipe llamado el VI. Un hombre que vive la paradoja de ser adalid estatal de los principios constitucionales. Los mismos los que minan las bases de la politicidad natural.  Autoridad que encarna la destrucción de la autoridad, de la justicia, de la subsidiariedad. Ahora le toca pagar el pato de la tolerancia y ser víctima del consenso. Es lo que tiene una falsa monarquía,  una república coronada cimentada en falsos principios. «La revolución acaba devorando a sus padres». Sigan disfrutando, queridos conservadores, de cómo la libertad trata al funcionario, que el Estado colocó para que sigan creyendo que en España todavía hay rey y decencia.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense.