Puellae doctae

En la Casa de la Reina se reunían los principales humanistas de la época, incluyendo mujeres sabias

Virgen de la mosca. Anónimo. Colegiata de Santa María de Toro

Uno de los pilares sobre los que se sustenta el dogma feminista que amenaza la sociedad tradicional es la idea equivocada de que, hasta la aparición del liberalismo, las mujeres, víctimas de su analfabetismo, eran constantemente oprimidas. Dando a entender que con anterioridad a la creación del Ministerio de Igualdad las mujeres no podían dedicarse al estudio, desde el Gobierno piden para las féminas este «privilegio» que, no solo ya existe actualmente, sino que lleva siglos existiendo.

Si nos remontamos al siglo XV, podemos encontrar entre las doncellas que formaban la Casa de la Reina Isabel numerosas mujeres mucho más formadas que, posiblemente, cualquier político actual. Y es que Isabel la Católica favoreció el encuentro y la formación de mujeres eruditas dedicadas a la palabra, la escritura y la acción política.

Entre estas colaboradoras de la Reina destaca Beatriz Galindo, descrita por Gonzalo Fernández de Oviedo como «muy grande gramática y honesta y virtuosa doncella hijadalgo». La excelsa labor de La Latina incluye la fundación de dos conventos femeninos – el Convento de la Concepción Francisca y el de la Concepción Jerónima – y de una academia de filosofía que permitió a numerosas mujeres formarse intelectualmente.

En la Casa de la Reina se reunían los principales humanistas de la época, incluyendo mujeres sabias o, en palabras de Segura Graíño, Puellae doctae, como Isabel de Vergara, calificada por Marineo Sículo como «latine graeceque doctissima». También destacaron intelectualmente por esa época Florencia Pinar, Magdalena de Bobadilla, Catalina de Medrano y María Pacheco entre otras. No sorprende la cantidad de eruditas que rodeaban a Isabel la Católica, ya que, como relata Juan de Lucena, la Reina se ocupó de que la Corte al completo estudiara latín y aprendiera a leer y escribir entre otras edificantes actividades.

Algunas mujeres doctas llegaron a brillar incluso como docentes.  Como ejemplo, Lucía – o Luisa – de Medrano se convirtió en catedrática de la Universidad de Salamanca en 1508, lugar donde también impartió conferencias otra intelectual del Renacimiento: Juana de Contreras. Así mismo, Francisca de Nebrija colaboró con su padre, Antonio, en la redacción de la primera Gramática castellana y continuó su labor en la cátedra de Retórica de Alcalá.

Estas sabias son solo una muestra de las posibilidades que la sociedad tradicional, único marco en el que es posible desarrollarse espiritual e intelectualmente, ofrecía a la mujer. Debemos, por tanto, defender la tradición y, como explica José Miguel Gambra en La sociedad tradicional y sus enemigos, recuperar «los principios que la inspiraban y la experiencia acumulada a su calor, para darles renovada vitalidad a tenor de las circunstancias presentes».

 Ana Calzada, Margaritas Hispánicas. Círculo Tradicionalista Enrique Gil y Robles