
Todos nuestros reyes han tenido grandes virtudes. Don Carlos V de Borbón fue modelo de príncipes cristianos y campeón de la legitimidad. También Don Alfonso Carlos y Don Javier se distinguieron por una acendrada vida de piedad. Pero todos han sido, cada uno, católicos como los que más, dando fe de las palabras de la Ordenanza del Requeté: «Tu Rey es el primer soldado de la tradición y personaliza las virtudes de la Monarquía genuinamente española». No han defraudado, pues, ni el título de reyes católicos que les es propio, ni la memoria de San Hermenegildo y San Fernando.
Reyes que, por ser hijos fieles de la Santa Iglesia, sufrieron ya la infame persecución, ya el traidor silencio. Pero que, a pesar de todo, son dechados de las más altas virtudes cristianas.
Nuestras reinas no se quedan atrás en lo que a ejemplaridad respecta: imaginémonos a un piadoso rey en el exilio que llora al ver cómo su pueblo está siendo destruido por el liberalismo y, a su lado, a su devota esposa, consolándolo como puede, con palabras de esperanza, pero ella misma con el corazón afligido por el dolor por la patria que se está perdiendo. Esto y mucho más vivieron sus majestades.
Entre ellas no podemos olvidar a Doña María Teresa de Braganza, Princesa de Beira, infatigable defensora de la Religión y de la legitimidad. Tampoco a la poco recordada Doña María Beatriz de Austria-Este, muerta como carmelita en Graz y autora de obras de devoción. Ni a nuestra última reina, Doña Magdalena, que con seguridad fue para su benjamín Sixto Enrique lo que Mamá Margarita para San Juan Bosco. Algo más conocida es Doña Margarita, esposa de Carlos VII, llamada «el Ángel de la Caridad» por su dedicada asistencia a los necesitados durante la Tercera Guerra.
No por ser todos ellos príncipes y nosotros súbditos debemos pasar de su imitación o de su intercesión, no. Podemos pedirles ―dentro de los límites del culto privado― que nos obtengan de Dios la gracia de ser buenos católicos y, por ello, buenos carlistas: que nos alcancen la fortaleza necesaria para seguir proclamando y defendiendo la fe católica y los derechos de su sucesor, Don Sixto Enrique de Borbón, q.D.g.
FARO/Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas. J. P. Timaná