Es imposible para el carlista leer el título de este artículo y no pensar en el gran Antonio Molle Lazo, muerto durante la Cruzada en defensa de la realeza de Cristo y de la España católica. Durante su cruel martirio no hacía sino gritar vivas a Cristo Rey, llegando al punto de decir a sus verdugos «me mataréis, pero Cristo triunfará». Tras haber padecido golpes y mutilaciones, este valiente requeté entregó su alma gloriosa al Señor a sus escasos 21 años.
También evocará al jurista don Luis de Trelles y Noguerol, famoso por su piedad y por su caridad. Don Luis era conocido por ser el «abogado de los pobres», a quienes no cobraba nada. Durante la Tercera Guerra Carlista veló especialmente por los prisioneros, logrando la liberación de más de veinte mil. Sin embargo, se le conoce más por ser el fundador de la revista «La Lámpara del Santuario» y de la Adoración Nocturna Española (ANE), en la que, tristemente, no se menciona ya su militancia carlista. Quienes le conocieron dieron fe de sus elevadas virtudes, de su ferviente amor por el Santísimo Sacramento ―por cuya causa fundó la revista y la ANE― y de su empeño en la defensa de la Unidad Católica de España.
A Antonio Molle lo acompañan el vasco Marcelino Oreja Elósegui, asesinado durante la Segunda República; Joaquín Muruzábal, el primer requeté navarro muerto en su tierra; José María Arrizabalaga, asesinado por ETA en plena «transición democrática»; y otros tantos miles que han recogido, uno a uno, la venerable palma del martirio que se transmite ininterrumpidamente desde que don Santos Ladrón de Cegama proclamara por primera vez a Don Carlos V Rey de las Españas.
Los que provengan de familias carlistas probablemente recordarán a un abuelo, un tío o algún otro antepasado que, por su vida ejemplar, merece que se le inscriba en el «santoral» carlista. Lo mismo quienes, estudiando la historia del Carlismo, se hayan encontrado con un modelo a seguir ―cosa no poco frecuente―. A ellos les corresponde, como acto de caridad y de piedad, dar a conocer su figura. Yo, por mi parte, los animo a ello. Es más: les ruego ese favor. Será una obra, sin duda, para mayor gloria de Dios, para la salvación de las almas y para el bien de la Comunión Tradicionalista.
FARO/Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas. J. P. Timaná