La sociedad actual, relativista, donde todo es normal, donde todo es aceptable, donde la hipersexualización está a la orden del día, es una sociedad, a todas luces, vacía. ¿A quién le conviene algo así? Al mercado liberal.
Un ser vacío, sin principios, sin moral, sin ética alguna, es el ser perfecto para entregarse al consumo inconsciente. Especialmente en un mercado diseñado para excitar los sentidos hasta el máximo y en el que, debido a esto mismo, hasta los mismos que consumen son a su vez consumidos.
Éste es el mundo del que hablan los profetas de la vida líquida: aquellos que, incapaces de digerir los batracios de la modernidad, han denunciado sus males y, quizás sin querer, nos han dado la razón a quienes abogamos por una vuelta a la tradición. Aquí se mencionan autores como Zygmunt Bauman, Erich Fromm, Ernesto Sábato, entre otros.
Recogemos una cita de Erich Fromm, con el fin de exponer un poco de ese mercado de la personalidad, concepto en el que se detalla la desgracia del humano moderno:
«La felicidad del hombre moderno consiste en la excitación de contemplar las vidrieras de los negocios, y en comprar todo lo que pueda, ya sea al contado o a plazos. El hombre (o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir. Atractivo significa habitualmente un buen conjunto de cualidades que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado de la personalidad». (Fromm, 1956).
Una sociedad que consume sin consciencia, en realidad, se consume a sí misma y no sólo eso: come, bebe y respira su pecado. Esta es la sociedad contaminante y contaminada en todo sentido, que destruye su entorno buscando atractivo. Buscando ganar este mundo mientras pierde su alma, tal como nos lo recuerda Nuestro Señor en el evangelio de Mateo.
Mientras miles de bosques se pierden, el pequeño porcentaje de agua dulce se consume entre ácidos y químicos, mientras toda la flora y la fauna muere… Mientras el hombre destruye el equilibrio que Dios estableció en la Creación, sigue ignorante aún de que el precio del hedonismo es alto. El desequilibrio en el orden natural es sólo una pequeña cuota de éste. Lo peor aún está por llegar, pero, ¡disfruten las fiestas!
Adrián Esteban Hincapié Arango, Circulo Tradicionalista Gaspar de Rodas