El ocaso del campo español (y II)

E. M. Castellanos

Debido a las políticas demográficas del desarrollismo, los habitantes de las aldeas de tantas regiones de España, que hasta el momento habían sido receptores de la tradición y oficios de sus antepasados, tuvieron que abandonar sus casas. Así, pusieron rumbo hacia diferentes destinos americanos y europeos. Otros muchos se encaminaron a las grandes urbes que ya se estaban gestando al calor de las inversiones y la política económica estatal.

Los que iban a los destinos más lejanos sospechaban que jamás volverían, aunque casi todos partieron con una idea común: pensaban regresar. De hecho, muchos volvieron a su pueblo en cuanto pudieron jubilarse.

El abandono de los pueblos marca una dirección clara: desde arriba hacia abajo. El ocaso del mundo rural comenzó desde las instancias políticas de la época, que tenían como norte la implantación de una democracia liberal y la integración en la CEE, al margen de la constitución histórica española.

Antes de que las ideas modernistas y anticatólicas calaran en la población. Y antes de que se iniciara lo que los geógrafos denominan segunda transición demográfica, caracterizada por la caída en picado de la natalidad. Antes de todo eso, la población ya había empezado a disminuir en los pueblos a causa de la emigración.

Las políticas demográficas del régimen franquista iniciaron una dinámica que ha continuado el régimen sucesor. El fenómeno de la despoblación es conocido desde las instituciones desde hace décadas. Lo cual es evidente: no se llega de un día para otro a densidades de población propias del desierto del Sáhara, como sucede en algunas comarcas.

Muchos pueblos de España no son ya más que geriátricos con bellos paisajes e interesantes ruinas arquitectónicas del pasado. Sin embargo, desde hace cerca de un lustro, los partidos se han rasgado hipócritamente las vestiduras ¡porque han descubierto el problema!

Desde entonces, el Gobierno ha creado varios organismos administrativos para revestir de una apariencia técnica sus «paquetes de medidas»: Ministerio de Reto Demográfico con su Dirección General y Secretaría de Estado y otras «comisiones de expertos».

Algunos piensan que es pronto para conocer los efectos de estas decisiones, para determinar si sólo afianzarán a los persistentes caciques locales o si crearán posibilidades reales de vida digna en las zonas olvidadas durante tanto tiempo.

Sin embargo, a la cuestión de la despoblación se añade otra perspectiva del problema: la bajísima tasa de nacimientos en España. De poco servirán los «paquetes de medidas» para poblar los campos de España si apenas nacen españoles.

FARO/Margaritas Hispánicas. A. Herrero