Tal como informó La Esperanza, el grupo socialista en el Parlamento español presentó una proposición no de ley en materia educativa. El contenido de esta proposición resuelve instar al Gobierno a que refuerce «el cumplimiento de los planes de igualdad, protocolos LGTBI y formación en igualdad en los centros educativos para la prevención de la violencia de género y superar el sexismo».
Resulta curioso que una proposición tan parcial y adoctrinadora pretenda, en su exposición de motivos, sustentarse constantemente en la «libertad de pensamiento», la «pluralidad» y la «moderación» frente al hecho de que «la derecha pretende convertir la escuela en un foco de adoctrinamiento» que proyecta un peligroso «mayor centralismo y control de la educación y de los procesos educativos». ¿No es esta proposición de no ley justamente aquello que aqueja el PSOE de los reaccionarios que tratan de «implantar un modelo conservador y parcial»?
Aparentemente, para el grupo parlamentario que ostenta la mayoría en el Congreso de los Diputados y el Gobierno, las imposiciones ideológicas desde estos entes centrales del Estado no implican un «mayor centralismo y control de la educación y de los procesos educativos».
Y su imposición progresista del pensamiento único a favor del mito del género elegetebero no es tampoco «adoctrinamiento» ni atenta contra la «libertad de pensamiento», la «pluralidad» y la «moderación». Esto último se explica con salidas como la de «gestionar dicha penetración, que no intrusión, de la actualidad en las aulas desde valores democráticos y de convivencia». Esto es, que lo que impongan ellos desde el Gobierno central no sería «instrusión» como sí lo es lo que los enemigos políticos «adoctrinan».
Curioso doble rasero que halla su fundamento en un asunto no menor: «la construcción de un espíritu crítico». Según los redactores del PSOE, todo lo expuesto se realiza desde la «promoción de la libertad de pensamiento».
Pero, ¿en qué consiste esta libertad? Para el partido gobernante de España, no en la libertad para la prudencia desde la verdad y el bien, como comprendería un lector con forma mentis clásica y católica; sino en el artículo 27 de la Constitución Española que cita el texto.
¿Qué dice ese artículo 27? Que «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales».
El problema de fondo que sustenta toda la delirante proposición socialista se halla en la constitución liberal. ¿Es inconstitucional procurar ese pleno desarrollo de la personalidad humana fuera de los principios democráticos? ¿Es inconstitucional seguir cualquier otro modelo de las innumerables generaciones humanas previas a 1789 que fueron tanto más capaces de alcanzar ese pleno desarrollo que la nuestra? Una libertad moderna llena de suicidios, confusiones de identidad y familias disfuncionales.
Comentando la Constitución, la proposición sostiene que «ese pleno desarrollo de la personalidad humana no está completo si no está estrechamente ligado al desarrollo de un espíritu crítico por parte del alumno y del ciudadano». Pero, ¿no sería un atentado contra el «espíritu crítico» la imposición de los valores democráticos que hoy se imponen en forma de relativismo a ultranza y progresismo moral como bandera de igualdad?
Partiendo de que la democracia es ella misma una ideología determinada, ¿la imposición de sus valores no será, justamente, lo que la proposición llama «adoctrinamiento»? Es decir, «inculcar determinadas ideas o creencias distorsionando la forma en la que se percibe la realidad y dirigiendo su pensamiento hacia una ideología o forma de pensar determinada».
La proposición de no ley es perniciosa, sí. Pero halla su fundamento en un sistema liberal que lo permite y que es tanto más pernicioso por sí mismo.
Cuando desde este sistema se habla de «libertad de pensamiento» se defiende la libertad para el error y la emancipación de la Verdad que es Cristo Rey. Cuando desde este sistema se habla de «espíritu crítico» se defiende la adolescente y soberbia estulticia de la modernidad, del método cartesiano que pretende olvidar todo lo heredado para construir algo subjetivo.
Este «espíritu crítico» no es virtud de la synesis persigue fundar el buen juicio, sino la imposición de la apetencia momentánea y de la arbitrariedad psicopática. Desde esa misma arbitrariedad se impone un doble rasero a la hora de juzgar las imposiciones educativas propias y ajenas.
Javier G. F.-Cuervo, Círculo Blas de Ostolaza, Perú