Corrían las postrimerías del siglo XVII. Trento marcaba los tiempos de la Santa Madre Iglesia y en el Nuevo Mundo era necesario llevar a todos los rincones la misión evangelizadora. Quiso Dios que fuera la Monarquía Católica de las Españas quien portara esa luz y estandarte a lo largo y ancho de sus reinos recién incorporados en ultramar.
En Santiago de Guatemala, aquella gran misión era llevada a cabo por las ordenes franciscanas, dominicanas, mercedaria, entre otras. El orden social partiendo de un sistema gremial había comenzado a tomar forma, la encomienda y los reinos de indios coexistían bajo la tutela del clero regular. Las cofradías se asentaban como una parte importante de aquel entramado social que buscaba preservar lo mas importante: el cuidado y la salvación de las almas.
Por aquel tiempo, la mano de los escultores venidos de la Península, junto con la habilidad de los nativos de estas tierras, se fundía e iban desmenuzando la madera con gran maestría. Las esculturas que iban llenando los templos, capillas y ermitas, eran esplendorosas. A tal grado llegó la fama de la escultura que se producía en Santiago de Guatemala que trascendió al Virreinato de la Nueva España, Canarias y Andalucía.
Fue durante esa época que un grupo de fieles encargaría a uno de los más importantes maestros de aquella época, Mateo de Zúñiga, la hechura de una imagen de un Nazareno de tamaño natural. Se encargó para llevar a cabo los ritos y celebraciones de la Cofradía Penitencial de la Parroquia de Nuestra Señora de la Merced. La talla iba a ser un elemento sustancial para los actos de penitencia que se llevaran a cabo el Viernes Santo, pues sería parte central de la remembranza del camino al Gólgota de Nuestro Señor.
El 27 de marzo del año de 1667, después de ser bendecida, la imagen de Nuestro Señor es expuesta al culto publico para su veneración. Fue tal la maestría y la ejecución de aquella obra que su fama se regó por todo el reino, desde el sur de la Nueva España hasta los linderos del sur del Reino de Guatemala. Es por eso que, a lo largo y ancho, se encuentran obras pictóricas que representan aquella devota imagen. Hasta se dice popularmente que «todas las parroquias querían tener un Jesús de la Merced en sus haberes».
Aquella imagen nazarena se volvió una insignia para el Reino de Guatemala, que fue forjando parte de su identidad y de su historia alrededor de aquella piadosa obra escultórica. La imagen de Jesús Nazareno de la Merced es una escultura que acerca y que acongoja, que cumple aquel mandato de Trento en el que se debía de cumplir el acercamiento de los fieles, difundir la piedad y ayudarnos a meditar la obra redentora de Nuestro Señor.
La imagen del Nazareno de la Merced ostenta títulos de Patrono contra las calamidades, contra las pestes, terremotos. Sin nuestro Nazareno, el traslado de la ciudad de Santiago de Guatemala a la Nueva Guatemala en el año de 1776, después de haber sido destruida por los terremotos de Santa Marta, no se hubiera llevado a cabo. La población se resistía a trasladar la ciudad y no fue hasta que el Capitán General Martín de Mayorga mandó a la cofradía penitencial trasladarse de inmediato a la nueva ciudad. En pos de aquella bella imagen, todo habitante de aquella tierra caminó tras del carruaje en donde venia embalada la imagen del bello Nazareno.
Durante las épocas del ultramontano Rafael Carrera y Turcios, a mediados del siglo XIX, se padecía una invasión de piratas calvinistas en el puerto de Trujillo (ahora Honduras). El caudillo, antes de partir a la batalla, nombra al Nazareno Mercedario coronel de los ejércitos contra aquella hueste sectaria. Y bajo el estandarte de Jesús de la Merced, derrotamos a los filibusteros y ejecutamos a William Walker, quien estaba a cargo de aquella incursión.
Es así como uno de los pasajes más importantes de la historia del antiguo Reino de Guatemala se ha ido forjando en Jesús de la Merced a través de los siglos y de las épocas. Y el Nazareno, cada Viernes Santo durante la madrugada, sale a recorrer las calles y avenidas del Centro Histórico de la Nueva Guatemala de la Asunción, cumpliendo aquella misión evangelizadora con la que fue concebida hace ya más de tres siglos.
FARO/Circulo Tradicionalista del Reino de Guatemala. J. M. Barrientos Suárez