¿Qué debe pensar un tradicionalista de Óscar Únzaga? (I)

Óscar Únzaga (izda.), P7

Fundador de la Falange Socialista Boliviana (FSB), Óscar Únzaga de la Vega (1919-1959) fue un personaje que marcó el siglo XX en Bolivia. Dicha época estuvo diezmada por tensiones entre el liberal-conservadurismo y un indigenismo marxista incipiente, cuyos resultados vemos hoy, con la instauración de este último a la cabeza de la revolución.

A Únzaga, cochabambino de nacimiento, se le admira en varios rincones del país e incluso se ha ganado el respeto de algunos comunistas. En los artículos que hablan de él, es difícil (por no decir casi imposible) hallar mención de algún defecto. Y si se le acusa de algo, son meros adjetivos de la vieja izquierda que no explican nada: afirmaciones gratuitas como «fascista» o «clasista».

Ciertamente, fue un hombre muy valiente: católico íntegro y muy devoto de la Eucaristía. No cualquier feligrés se animaría a emprender una batalla para enfrentar al monstruo comunista que se avecinaba en esa olla hirviente que es la Bolivia de la posguerra (del Chaco). Quiso hacer de la FSB un partido firmemente religioso y llamarlo Comunión Cristiana, pero no le dejaron. Aun así, varios sacerdotes le prestaban apoyo a él y a sus seguidores.

Combatió tanto al liberalismo hegemónico como al marxismo y al nazismo, aunque esto último haga segregar bilis a algunos nazis. «Ni con Berlín, ni con Moscú ni con Nueva York» fue su lema orientativo. Únzaga alegaba no inspirarse en la Falange revolucionaria de Primo de Rivera para la creación de su partido, sino en las falanges macedónicas. Se dice también que nombró así al partido por una oración al Niño Jesús de Praga, que le regalaron en su Primera Comunión y que tenía escrito lo siguiente: «También yo quiero formar parte de esta falange gloriosa, y aclamarte por mí Rey en la tierra y a mi Dios en la eternidad».

Sea como fuere, lo cierto es que la falange boliviana sostenía un gran error moral y político, como todo partido de su espectro político (lo que suele conocerse como tercera posición, fascismo, nacionalismo, etc.). Este error consiste en renegar del liberalismo en el discurso, pero asimilarlo en la práctica. El caso de la FSB es un algo peculiar, porque no sólo exacerbaba el romanticismo revolucionario al igual que los nacionalismos europeos, sino que también (y en su esencia) bebía directamente de las fuentes democristianas: el pensamiento de Jacques Maritain.

Quizás esta fue la razón del fracaso de FSB en sus frecuentes revueltas para concretar un golpe de Estado: a pesar de su carácter feroz y combativo, el liberalismo democrático suavizaba su actuar político. Paz, amor, democracia, falso ecumenismo, derechos humanos… un precedente de lo que se venía con la extensión de la democracia cristiana asentada tras el Concilio.

Aarón Mariscal, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista