Como indicábamos en el anterior artículo, la sociedad líquida se puede explicar como un proceso constante y de difícil reversión de emancipación del individuo respecto de algo o de alguien. Un proceso de afirmación de la individualidad humana frente a algo o alguien. Creación de Dios.
Así, esta sociedad dificulta la tarea necesaria de cada uno de nosotros que tiene como objetivo la realización de nuestra naturaleza humana y perfeccionamiento. Esto es, el trabajo de santificación diario de cada uno.
Sin embargo, siendo testigos de esta breve descripción y análisis de la realidad que nos envuelve, la palabra de nuestro Señor nos da esperanza. Nos exhorta a edificar en roca, para poder aguantar las embestidas del mundo. Nos exhorta a defender la libertad concreta y arraigada frente a la libertad abstracta y el libertinaje, al hombre creado a imagen y semejanza de Dios frente al hombre abstracto. Nos exhorta a recuperar la sensatez mediante el uso y enseñanza de conceptos clave como origen, función, orden y finalidad para poder restaurar instituciones fundadas en verdades morales y objetivos virtuosos.
Por esta razón, aquello que es sólido sólo puede emanar de Dios y de su enseñanza depositada en la Iglesia Católica y su magisterio. La deconstrucción de la modernidad y sociedad líquida-destructora, se debe plantear por desgaste propio, más que por enfrentamiento directo. Han sembrado las semillas de su propia destrucción, y mientras tanto, debemos edificar nuestra casa en roca, para que cuando la naturaleza golpee la insensatez moderna, aquellos que busquen refugio lo obtengan. El eje de solidez de nuestra casa se ha de encuadrar en el Verbo encarnado, y en la propia posibilidad de salvación, de la cual se derivan, como diría Vázquez de Mella, las posibilidades de perfeccionamiento y progreso real.
«Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa». Grande será la ruina de aquella casa, pero cuando llegue la ruina, más nos vale estar edificados sobre roca, y no sobre arena.
Manuel Yáñez Domínguez, Círculo Hispalense