A pesar de rescatar retóricamente el pasado español de Bolivia, la Falange Socialista Boliviana (FSB) ensalzaba aún con más fuerza la revolución liberal sediciosa. No es de extrañar, pues el nacionalismo de las repúblicas americanas necesita reafirmar su identidad con base en el Estado liberal consolidado por los cabecillas secesionistas: Bolívar, Sucre, San Martín, Belgrano, etc.
Por si quedan dudas: la antorcha en el escudo de la FSB es una alusión directa al ideal libertario del masón Pedro Domingo Murillo, líder de la Revolución de 1809 en La Paz. Antes de ser ejecutado por sus acciones secesionistas, Murillo dijo: «La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar». Es posible que no haya sido intención de Únzaga ensalzar a la masonería o al liberalismo, pero el hecho es que esa asociación simbólica es ineludible, al igual que la paternidad ideológica, a la vista de los ideales de la FSB.
Quizá no se podía exigir demasiado a un partido que nació y creció en el contexto que ya referimos: desligamiento de España, ultramontanismo, liberal-conservadurismo, etc.
Queda todavía mucho por hablar respecto a las aventuras de este partido pintoresco e interesante. Existen episodios como el primer secuestro aéreo de la historia en un vuelo a Salta, la resistencia en los campos de concentración del régimen movimientista, los intercambios de golpes entre falangistas y comunistas en salas de cine…
Lo cierto es que la FSB deseaba instaurar su propia revolución: nuevo orden, nuevo Estado, nuevas ideas. Quería lograr lo que llamaba «la redención del indio» y la creación de un «hombre nuevo». Esto de por sí ya hace guiños al superhombre nietzscheano o al legionario rumano, propuesto por Corneliu Codreanu. No por nada su símbolo está coronado por un sol, que representa «un nuevo amanecer».
Por si fuera poco, la FSB asimiló ideas muy parecidas a las de su homólogo revolucionario vecino: la Acción Integralista Brasileña, de Plínio Salgado. El color azul, la propuesta de formar un Estado Integral, la adopción de un saludo particular para los miembros del partido… Métodos similares para místicas similares. Además, Únzaga visitó Río de Janeiro durante el 2º Encuentro Anticomunista Internacional, aunque en ese entonces Salgado se hallaba exiliado en Portugal.
Al final, ¿qué debe pensar un tradicionalista sobre Únzaga? Verlo con sus luces y sombras. Ciertamente, su partido no constituye un referente para ningún católico. El falangismo boliviano fue un movimiento heterodoxo y con bastantes errores, pues manejaba una ideología y las ideologías son meros prejuicios. No obstante, debemos considerar que al menos algunos falangistas bolivianos, a pesar de sus limitaciones ideológicas, hicieron lo que pudieron, en ocasiones valientemente.
Aarón Mariscal, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista