Chile ante su encrucijada histórica

EFE, A. Valdés

Muchos dicen que es pecar por falta de esperanza creer que nada se puede hacer frente a la debacle que actualmente vive Chile, arguyendo que en tiempos pasados se vivieron crisis en condiciones peores. Se suele dar ejemplos, como el periodo entre 1925-1930, donde el país se enfrentó a una inestabilidad institucional y política, junto a una crisis económica mundial.

Suman también el periodo previo al pronunciamiento militar de 1973, con condiciones similares, y luego la crisis económico-política del año 1982, entre otros episodios históricos. De igual modo, como precedentes mundiales, tenemos grandes y graves revoluciones. Desde la francesa en adelante, se puede decir que no existe década en que no se enfrente la humanidad a una revolución desde el fatídico 1789.

Pero tampoco debemos trivializar ni restar gravedad a la situación en la que Chile se encuentra a día de hoy. Ante argumentos simplistas, como que crisis similares se reiteran en la historia, e incluso peores, se debe responder con dos premisas:

La primera, es que condición no es lo mismo que causa. En el modo de operar de las revoluciones existe una constante histórica en tanto causa formal, ya que el proceso de éstas sigue una articulación casi idéntica, desde el paradigma de la Revolución Francesa. Y basta realizar una teorización al respecto para identificar las fases revolucionarias.

Por otro lado, está la causa material, que asume parte de las condiciones. Y he aquí, la gravedad de la situación actual, que se aleja de las crisis anteriores, ya que concibe una acumulación de retroceso moral nunca visto.

Desde la Revolución Francesa en adelante, las distintas sociedades degeneraron moralmente con una gravedad nunca antes vista en la historia de la humanidad. Este retroceso no se cristaliza sólo en el Estado Moderno, como instrumento abiertamente contrario a la Cristiandad y al gobierno cristiano. También se concreta en una serie de sistemas filosóficos imperantes, entre ellos el que muchos subestiman, y que constituye una suerte de pseudo-doctrina: las izquierdas llamadas de nueva generación o marxismo posmoderno, vinculadas intrínsecamente al liberalismo con su dinámica de deconstrucción cultural y moral.

La revolución nunca fue tan sistemática y abiertamente anti-católica como ahora, y seguramente sólo es equiparable a la de tiempos angélicos.

Dicho esto, Chile hoy en día no sólo se enfrenta a una simple desestabilización institucional, un cambio de modelo, un plebiscito, un estallido social, una revolución insurreccional de viejo cuño, o un baladí del péndulo histórico. En Chile se está configurando, a riesgo de muerte para la Patria Chica, una encrucijada histórica, concreción del enfrentamiento de la ciudad del hombre y la ciudad de Dios, la eterna guerra de la metafísica de la gnosis, y de la metafísica católica.

No se enfrenta sólo un ciclo de plebiscitos herederos del sufragio universal o mentira universal, sino más bien a una decisión fundamental para su existencia: o Dios o nada. Lo cual nos deja solo una opción: Esperar confiados en el Señor, pues ciertos estamos en su palabra, ya que, si bien sabemos que el triunfo es de la Cristiandad, la Providencia nos ha puesto como testigos y partícipes de la batalla.

Juan Pablo de Urriola, Círculo Tradicionalista Antonio de Quintanilla y Santiago