¡Bienvenido mayo!

Imagen de una maya de Colmenar de Oreja, aportada por el autor

Estamos a treinta, en abril cumplido; ¡alegraos, damas, que el Mayo ha venido! Esta coplilla se escucha cada final de abril en multitud de pueblos de nuestra geografía, con un importante peso en las localidades castellanas.

Pues es en Castilla donde perdura más notablemente esta costumbre, que mencionábamos en un artículo anterior. Se trata de la fiesta del Mayo, o de los Mayos o de la Maya. El nombre de la costumbre, como alguna de sus características, varían según el lugar. En todas las variadas celebraciones coincide que se canta una ronda, el mayo es la canción cantada. Con el mismo nombre de la fiesta también se denomina a las mujeres o mozas casaderas: la maya. Y es que casi siempre se trata de una costumbre cuyo propósito es emparejar noviazgos para fundar familias.

Los responsables de organizar y perpetuar esta fiesta, encargados de cantar los mayos en la ronda, son los mozos del pueblo. Así ha sido desde hace largos siglos, según indican los primeros registros de esta costumbre, que se remontan hasta la Edad Media. Existe una voz del Diccionario castellano del padre Terreros y Pando sobre el majo o la maja, que describe la costumbre:

«Maya llaman en algunos lugares a una muchacha a quien un mancebo a quien llama ella su Mayo, regala y sirve por todo el mes de Mayo con flores: adórnanse uno y otro con ellas; de modo que se presentan con particular gracia de donde se pronunció después guturalmente con esta misma significación Majo, Maja en lugar de Mayo y Maya».

En el siglo XIX se añadió a los quintos un lugar señalado en la celebración. Los quintos eran los varones que al año siguiente partían al servicio militar, y se les tomaba como los mozos idóneos para cantar el mayo a las mozas, antes de ir a jurar bandera.

El cantar varía significativamente según la localidad y región, pero sus letras coinciden en la intención de adjudicar una maya a su mayo. De este modo, con un cortejo arropado en comunidad, de forma más o menos manifiesta, se expresaba la intención de juntar a dos jóvenes, para que posteriormente formalizaran un futuro casamiento y familia. Este galanteo regido por la costumbre tenía unos criterios de emparejamiento completamente contrarios a los juicios mercantiles e individualistas de nuestro tiempo. Y menos mal.

El eje de la celebración es la ronda, ya desde antiguo todo se disponía en torno a ella: una ronda generalmente nocturna, compuesta por los quintos que cantaban en ella, casi siempre a las mayas casaderas. Pero existen ejemplos dispares que merece la pena señalar.

Otra maya de Colmenar de Oreja, aportada por el autor

En Madrid contamos con el singular caso de Colmenar de Oreja, uno de los más excepcionales de cuantos existen. La costumbre colmenareta y de otros pueblos de la zona consiste en disponer unos tronos o altarcitos, compuestos por vistosos enramados con flores y telas, para sentar a las mayas. En este caso, las mayas no son aún mujeres casaderas, sino niñas mayores, ya casi mujercitas, en quienes se simboliza la pureza honorable y el primor fértil de la primavera. Frente a estos tronitos se sitúan los mayos durante la ronda. Normalmente, el canto de la ronda se acompaña con bandurrias, guitarras y laúdes, aunque no es raro que se usen otros instrumentos, como violines o acordeones, en la rondalla.

Otro modo de celebrar el mayo, extendido por la meseta sur, son altares caseros a las famosas Cruces de mayo, como ocurre en muchos pueblos manchegos, al igual que en la región andaluza. En la meseta norte es común la costumbre de cortar pinos de gran altura y pingarlos en el centro de la plaza, costumbre que se conoce como la Pingada del mayo. En esta celebración, al pino escogido se denomina el mayo, que cortaban y adecentaban los mozos como acto de fuerza y de gallardía, para señalarse ante las mozas. Este uso de la naturaleza primaveral es una costumbre aún extendida también por el resto del Viejo Mundo; en el rural inglés y bávaro se lo conoce como Maypole.

Pingada de un mayo, SoriaNoticias

En mi pueblo, San Pedro Palmiches, de Cuenca, se emplean las ramas de buje (boj) que fue recogido en Semana Santa tanto para componer una corona a la Virgen como para enramar las ventanas de las mayas, a las que se canta la noche víspera del primero de mayo.

En la comarca de Priego, donde se ubica San Pedro, existe la peculiaridad de que también se canta un mayo a la Virgen, como en muchas otras comarcas de Castilla. Este mayo a Nuestra Señora es distinto al de la ronda profana, e incomparablemente más solemne, dedicado a Nuestra Señora de la Cabeza, en San Pedro, y a Nuestra Señora de la Torre, en Priego. Sólo después de cantar el mayo a la Virgen se le canta a las mayas, ya que, como sabemos, mayo es el mes de Nuestra Madre.

Como despedida, les dejo alguno de los versos más escogidos del mayo de San Pedro, con algunas figuras que suelen coincidir con muchos de los mayos cantados en Castilla y el resto de la España peninsular.

«Estamos a treinta

en Abril cumplido,

alegraos damas

que el Mayo ha venido.

Ha venido Mayo

bienvenido sea,

que con sus venidas

los campos se alegran.

Viene tu galán

prometiendo mayo,

con verdes pimpollos

blancos y encarnados.

Encarnada rosa

luz de la mañana

con el cielo abierto

y el Sol en tu cara.

Mayo bienvenido

feliz primavera

los que han de cantar

tu licencia esperan.

Aquí está señora

tenido tu mayo

[nombre del mayo]

recibes por mayo.

Quiérelo rosita,

quiérelo clavel,

quiérelo lucero

del amanecer.

Quédate con Dios

y con Dios quedate

que con su licencia

me voy a otra parte».

Pedro AlbendeaCírculo Antonio Molle Lazo de Madrid

Corona de buje y flores ofrecida a la Virgen, adornando la puerta de la capilla de San Pedro Palmiches (Cuenca). Agencia FARO, P. Albendea