Ni casa ni monte

El ministro de Transportes y Agenda Urbana (Vivienda), José Luis Ábalos. EFE, C. Moya

De qué me presumes es el título de una ranchera tapatía en que se contraponen los modos de vida de un «rico vanidoso» y un menesteroso. El tono desenfadado de la misma no pretende hacer una lección moralizante, y pese a la superficialidad de algunas estrofas en que hay un cierto trasunto de idealización de la pobreza hay algunos versos que presentan sugerentes descripciones: «Tu estilo de vida la presión te aumenta y te quita la calma
Yo vivo tranquilo con la fe en el pecho y paz en el alma
».

En efecto las exigencias competitivas del liberal capitalismo son tremendamente desasosegantes, y la secuencia descristianizadora de las mismas impiden descansar en la fe. Pero esta secuencia hoy por hoy también alcanza a los humildes. Estos estaban tradicionalmente más inclinados al desapego de lo material, pero actualmente se encuentran sumidos en una espiral igualmente desazonante de consumismo «low cost» y entretenimientos frívolos.

Derivada de esta realidad, se entiende mejor la actualidad de los siguientes versos de la letra: «Tu casa es enorme, pero se termina dónde está la barda. Y yo tengo un monte que no lo recorro ni en varias semanas».

Más allá del acento bucólico se presenta lo que fue una realidad en las Españas. La conexión con la tierra, el campo y el medio rural aseguraba, pese a excepciones, una cierta subsistencia. Sobre todo en aquellos ámbitos donde pervivió la explotación y el aprovechamiento comunal o la Iglesia custodiaba la propiedad.

Sin embargo, al igual que en los versos anteriormente comentados, estas realidades se encuentran en liquidación, en un proceso coincidente con la misma secuencia capitalista mediante la expoliación de los derechos de la propiedad comunal y la privatización de los territorios en manos afectas al nuevo régimen. Que, lejos de mejorar o sanear las tierras, las valló, amuralló y evitó que sus frutos fuesen aprovechados por la comunidad.

El argumento desamortizador del marrano Méndez (alías Mendizábal) se demostró falaz: las tierras desamortizadas fueron mucho menos productivas que durante el Antiguo Régimen. Lo que como patrimonio común era por su propia naturaleza indisponible quedó al arbitrio de la especulación. La desamortización será el origen de los grandes latifundios desrroturados, dedicados al aprovechamiento privado. Éste es el origen del empobrecimiento de las clases más desfavorecidas, de un desastre cultural sin precedentes y de la creación de una crónica problemática social que envenenará todo nuestro siglo XIX y XX.

La ciudad se convirtió en una suerte de maná, y el acceso a un piso, el culmen de la redención. Sin embargo, el régimen liberal fue incapaz de atender a las necesidades de techo de las masas expulsadas del campo, y marxismo y anarquismo se convirtieron subproductos perversos de toda esta dinámica. Efectos disolventes y degenerados, que se explican sólo desde la destrucción previa de todo el orden social comunitario católico.

Tras el desenlace la guerra de 1936-1939 se abre un periodo en que se atendió a la problemática de la vivienda desde una perspectiva cercana al hogar familiar, y con mejor o peor fortuna se trató de afrontar, aunque con alguna violación evidente del principio de subsidiariedad.

Recordemos por ejemplo las dificultades que tuvieron promotores carlistas de vivienda social, como Rafael Ferrando Sales, en el Barrio del Cristo de Valencia, o Vicente Febrer Roig en Gandía y Potríes. Los gobernadores civiles eran muy celosos de esas iniciativas de promociones de viviendas baratas mejores que las promovidas por el franquismo, por lo que impusieron toda clase de trabas burocráticas, frustrando muchos proyectos.

Pese a todo, para una familia era posible hacerse con una vivienda digna en propiedad en menos de cinco años y aún así ahorrar durante el pago de la misma. Aunque los aspectos disfuncionales de muchos barrios levantados de nueva planta, con sus efectos de masificación y desarraigo, no solucionaban el problema de fondo.

Polémica imagen de un piso de ocho metros cuadrados en alquiler por 380€ al mes, en Barcelona. IDEALISTA

Actualmente, una España en franca recesión demográfica no puede asegurar a sus hijos el acceso a una vivienda. Una familia destina como media un 41% de sus ingresos a la hipoteca, que se extiende como media unos 35 años, y un 67% al alquiler.

Además, hay que tener en cuenta que las familias españolas actualmente están condenadas a la esterilidad y su media de miembros es tres (los dos progenitores y un solo vástago). Ni pensar, como era tan tradicional, que los abuelos vivan bajo el mismo techo, o acoger a algún otro miembro colateral de la misma. El lucro capitalista toma buena nota de esto: pisos cada vez más pequeños.

Hemos de retrotraernos forzosamente a los primeros versos citados para comprender las causas de esta dinámica. Se nos arrebató la Fe del pecho y la tranquilidad del alma. Se nos desconectó del campo, de la tierra y de los montes. Los parajes y recursos naturales fueron reducidos a pasatiempo dominguero, mediatizado por una burocracia que no hace más que imponer impedimentos, y se nos desligó de la sabiduría ancestral que custodiaban.

Nos quedan los vicios y los entretenimientos superfluos para distraernos mientras nos condenan, en esta vida, a no tener ni monte ni casa.

Víctor Javier Ibáñez, Círculo carlista Marqués de Villores