La crisis que ya está aquí

Ministras de Hacienda, Mª Jesús Montero, y de Economía, Nadia Calviño. EP, E. Parra

A comienzos de abril, se celebró la I Reunión Iberoamericana de gobernadores de Bancos Centrales para debatir su respuesta a la crisis del COVID-19. En dicha conferencia, el Gobernador del Banco de España (BDE), Hernández de Cos, explicando el papel de los Bancos Centrales en dicha crisis, dio algunas pistas que nos permiten evaluar la salud de la economía mundial, y concretamente, de la zona euro:

«Hay que tener en cuenta que la irrupción del COVID-19 en el área del euro se produjo en un contexto de baja inflación y amplio estímulo monetario».

Traducido: la economía ya estaba bajo los efectos de una intervención monetaria potente, lo que quiere decir que no existía capacidad de crecimiento suficiente para atender a los compromisos futuros, y debía «comprar tiempo».

Puesto que la situación de partida era mala (en Estados Unidos, un macro-endeudamiento fundamentado en la confianza ciega hacia el dólar; y en la UE, un crecimiento raquítico de carácter endémico). El margen de actuación contra imprevistos debía ser, en principio, pequeño. No obstante, las circunstancias han forzado un incremento de esos estímulos, que han disparado las deudas públicas estatales hasta niveles récord, insostenibles en muchos casos.

La gran diferencia de la crisis actual respecto de la de 2008 es la titularidad de la deuda. Entonces, el sector privado acaparaba un altísimo volumen de la misma (sobre el 200% del PIB de España y de la Eurozona). La crisis financiera cortó súbitamente ese crédito a la economía, y puesto que ésta se asentaba en la financiación ilimitada, la caída fue brusca y dolorosa.

Fue entonces cuando intervinieron las autoridades monetarias para hacer bajar el coste de la financiación de los Estados, especialmente los de la zona euro, con la finalidad de traspasar la burbuja de endeudamiento del sector privado al público; tratando de dar mayor apariencia de solvencia de cara a los prestamistas. Actualmente, esa burbuja en España se cuantifica en un 120% del PIB (a pesar de que la deuda privada reporta otro 150%, lo cual arroja un endeudamiento total del 270%).

Es obvio que, después del traumatismo del COVID-19, vendrá la convalecencia en forma de crisis económica. Ésta prevé una reducción del empleo que, en muchos casos, y debido a la robotización, será estructural. La tercera parte de la historia será tratar de reducir los niveles de deuda pública, para lo cual harán falta fuertes subidas impositivas que soportarán fundamentalmente las clases medias.

FARO/Círculo Ntra. Sra. de los Desamparados. J. de Miguel Marqués