¿Nos hemos pasado de frenada?

EFE, F. Villar

Las elecciones madrileñas han sido efecto de un movimiento fallido del Partido Socialista, que empleó como táctica una serie de mociones de censura en varios territorios autonómicos. Sin embargo, su intentona de reordenar el tablero partidista ha bosquejado un resultado que no entraba en sus planes.

La noticia de hoy, más allá de la deserción de Pablo Iglesias o la evaporación de Ciudadanos, es el resultado de dicha estrategia. Ésta sólo puede leerse a la luz del espectacular desplome socialista en la provincia, sobrepasado en votos e igualado en escaños por la escisión podemita, Más Madrid.

Las mociones de censura perseguían un objetivo estratégico: reintegrar el voto de izquierda en el PSOE, lo cual requería desasirse de Podemos y preparar su posterior desaparición. Triunfasen o no, las mociones de censura encaraban unas elecciones nacionales para conformar un gobierno estatal afincado en una mayoría socialista lo suficientemente cómoda.

Pero el PSOE se ha pasado de frenada. La maniobra implicaba apoyarse en la muleta de Más Madrid para desmenuzar a Podemos. Sin embargo, el éxito del partido de Errejón puede truncar el intento de suturar el costado izquierdo por el que sangra el PSOE. Con los 24 escaños de Más Madrid se abre la posibilidad de una reorganización del sector de izquierda más descaradamente posmoderno que Podemos incardinó.

Posiblemente, este contundente revés decida al PSOE a esmerarse por dedicar un candidato centrado en la provincia madrileña, ya que desde hace décadas se limita a aprovechar las sobras del partido a nivel nacional.

El pésimo resultado de la izquierda parece llenar de alegría a las derechas, aunque no parezca haber motivo razonable. La recuperación milagrosa del Partido Popular, que roza la mayoría absoluta, coloca una sombra de incertidumbre sobre los partidos de derechas, que también pugnan por encabezar alguna reunificación del bloque, técnicamente necesaria para gobernar. Esa unificación, desaparecido Ciudadanos, sólo puede darse a dos bandas.

Que un entendimiento para federar las derechas se produzca, o el modo en que se plantee, dependerá como instancia previa de una disputa dentro del PP, que puede ser más o menos bronca. Díaz Ayuso es ahora la segunda o la tercera persona con mayor peso en el partido. La madrileña es vista con más recelo que nunca por Feijóo y es temida por Pablo Casado.

No obstante, Díaz Ayuso es temida sobre todo por VOX. El partido de Abascal ha logrado mantenerse, pese a que ha padecido una emigración de votantes que es reseñable en lo sociológico. Conscientes de que las disensiones internas del PP pueden resolverse en su perjuicio, varios representantes de VOX presionan por unas elecciones nacionales. No sólo avizoran la debilidad del PSOE, sino su propia fragilidad.

Si el PP pone en primera plana a unas pocas figuras carismáticas, existe el riesgo de que VOX pueda quedar en la estacada, como otra reliquia electoral más. Muchos de sus sufragantes hoy se reconcomerán: ¿no habría sido mejor garantizar la mayoría absoluta del PP de Díaz Ayuso?

Éstas han sido unas elecciones declinadas por una desnuda adhesión a las banderías. Hemos podido apreciar una paradójica lucidez en incontables electores, quienes constatan que la provincia sufrirá graves perjuicios morales con indiferencia de quién gobierne. Como los circunloquios posibilistas anuncian, y como desgraciadamente sabemos por experiencia, no es necesario que haya pucherazo para estafar unos comicios, como alertaban algunos agoreros. En sus efectos, toda democracia se revela una estafa.

Roberto Moreno, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid