A los quinientos años del Edicto de Worms

Comparecencia del hereje Lutero en la asamblea de príncipes del Sacro Imperio celebrada en Worms, bajo la presidencia del Emperador.

Hace quinientos años, en 1521, fue promulgado el edicto de Worms tras las deliberaciones en la Dieta del mismo nombre. En el edicto, se declaraba a Lutero hereje, cismático y se prohibían sus obras.

También desde entonces se inició la Contrarreforma católica en concilios, doctrina y con una firme actitud contra la herejía.

Teniendo presente este quinto centenario, convendría recordar una célebre conferencia del año 1949 de Francisco Elías de Tejada, en Salamanca, titulada Consecuencias del protestantismo. Como diría el autor, en referencia a De la libertad del hombre cristiano, «en este libro están condensadas todas las raíces de todos los males nuevos, están unidas en un haz inmenso de unicidad como en una inmensa caja de Pandora, todas las causas de nuestra crisis contemporánea».

A la Reforma la llamará la «revolución antropocéntrica» por cuanto en ella hay una subversión de la naturaleza humana. Una revolución antropocéntrica que rompe con la concepción teocéntrica. No es Dios, según Lutero, quien determina el bien y el mal sino el hombre en virtud de su carácter de creyente quien lo decidirá en lo sucesivo. 

De esta manera, se pierde la objetividad del Señor a favor de la subjetividad del hombre. Así, «toda revolución moderna parte de esta preposición fundamental: de negar que el universo gire en torno a la objetividad por Dios establecida a afirmar que el universo gira en torno a la subjetividad del hombre» (Elías de Tejada, Consecuencias del protestantismo, p. 13).

Desde este quiebre germinaron nociones, «en un intento de mantener una unidad escindida y neutralizada por la herejía», tales como Europa u Occidente, fórmulas más bien equívocas y peligrosas (d’Ors, La guerra y la paz, p. 19).

La esencia de la Reforma se perfecciona en mitos que terminan por alimentar las grandes catástrofes europeas posteriores. Esas entelequias representan a duras penas la consecución de unos pocos principios cristianos que terminan por segregar la doctrina católica. Esta última es universal, no puede dividirse entre Occidente y Oriente.

La puñalada trapera que supone la Reforma ha trascendido en nuevos procesos revolucionarios: en liberalismos que, posteriormente, juegan a subvertir la naturaleza humana y los cimientos de lo que alguna vez fue una sociedad tradicional.

Hobbes y Espinosa serían cofundadores del liberalismo estatista y con ello, dice Dalmacio Negro, se lograría la «ontologización de la estatalidad con la naturaleza humana» por cuanto dice Espinosa que «el poder de la naturaleza es el poder mismo de Dios, que posee un derecho soberano sobre todo». (Negro, La tradición liberal y el Estado, p. 139).

Esto determina que un ente artificial como el Estado dirija a todos los hombres como mecanismos. Esta concepción mecánica, apoyada en las ciencias naturales, es la que explota Hobbes en tanto el Estado es una máquina. Una «boa constrictor», como expresaría Bertrand de Jouvenel.

Por ello tampoco es extraño el romanismo ético de Maquiavelo —también en Botero—, descrito por Elías de Tejada. Maquiavelo expresaría que la voluntad de poder es el fundamento del ordenamiento social. Estas posturas antropocéntricas hacen recordar a esa máxima atribuida a Protágoras: «homo mensura».

He aquí un recordatorio del abandono de la fe, de la Tradición, de los principios y de las verdades; y de las implicaciones reales de que la mentira se extienda políticamente. De las catastróficas consecuencias de la idolatría, o del culto al hombre en un regressus —de la modernidad al paganismo— a lo que alguna vez sepultó la verdadera fe.

Hemos vivido siglos turbulentos desde la Reforma. Sirva esta llamada de atención para que los católicos identifiquemos cuáles son los principios revolucionarios de la Reforma, y también sus consecuencias históricas.

Cierro este artículo con un extracto de la obra de Elías de Tejada, en concreto con su visión general de la crisis protestante: «…nosotros, señores, no somos parte de Occidente; nosotros, gracias a Dios, no somos europeos. Europa es la antítesis de la historia nuestra […] Europa es la revolución, nosotros somos la contrarrevolución […] Europa es la reforma, nosotros somos la Contrarreforma […] Europa es los brazos abiertos al mal y a la mentira y nosotros la afirmación tajante, rotunda y decisiva de cuál sea la auténtica verdad».

Alejandro Perdomo, Círculo tradicionalista de Venezuela.