Recientemente se ha aprobado en España, por imposición gubernativa alentada por las grandes compañías energéticas, una subida de los precios en el uso de la electricidad en las horas más concurridas del día, que afectará de manera enorme a todas las familias y pequeños comercios en el país. En la fachada, la razón que se aporta para justificar este nuevo saqueo parece puramente técnica. Se debe, según la ministra de «Transición Ecológica y Reto Demográfico» (sic), a que el uso de la electricidad se generaliza en determinados momentos del día, a causa de que los horarios laborales son comunes en toda España, y también por ello las actividades del hogar que requieren consumo suelen sucederse en las mismas horas, sobrecargando la red eléctrica.
Lo que podría conducir a una honda reflexión sobre la tecnificación del mundo desde hace muchas décadas, junto al ataque al hogar enajenando de él a las familias, ha devenido en otra huida hacia adelante para intentar solucionar los mismos problemas que la técnica y la ideología fabricaron, aplicando aún más a fondo la ideología racionalista al caso. Para tratar de aliviar la sobrecarga de la red eléctrica, se impone un precio a su uso en determinadas horas, las normales y habituales, que obliga a modificar su modo de vivir a las familias humildes y negocios sencillos que no pueden hacer frente al sobregasto, al estar ya sumidas en graves problemas económicos, producidos a su vez por medidas semejantes a estas.
Lo que se pretende es mucho más que «solucionar» un problema técnico (haciéndolo en verdad más complejo y grave) o recaudar para los bolsillos del Estado Leviatán. Como todo impuesto del mundo moderno, persigue ambas cosas, pero de añadidura otra aún más radical y dañina para la naturaleza de la sociedad.
La modificación del modo de vivir, que estas leyes y medidas provocan, podría parecer sólo una consecuencia de ellas, pero en verdad es el fin perseguido por los revolucionarios que las crean. En palabras de la dicha ministra: «Yo creo que algunas mujeres estaríamos dispuestas a pensar, no tanto a qué hora se pone la lavadora y se plancha, sino quién plancha y pone la lavadora, que es el temazo» (sic). Con sorna se nos cuenta que la intención profunda es seguir ahondando en la ideología de género, mezclada con su hermana ecologista, para que ni en las más básicas labores del hogar pueda existir un orden natural que no esté impuesto por estos revolucionarios grotescos.
Se estima, a partir de la confusión técnica «explicada» por el gobierno, que el coste de mantener el modo de vivir actual puede verse agravado hasta en un 50%, cuando ya era un 25% de factura más desde enero con respecto al año pasado por medidas semejantes a estas ahora impuestas. El Estado en los Reinos de las Españas aumenta con tal voracidad que, si no lo somos ya, pronto nos convertiremos en uno de los lugares del mundo más impositivos al tiempo que más precarios. Los políticos que lo causan nos enseñan que el combustible para lograrlo no es otro que el odio a la Tradición, porque es esta la esencia de la Revolución.
Gabriel Sanz Señor, Círculo Antonio Molle Lazo de Madrid