José Luis Ceacero Inguanzo, un carlista del Santo Reino

Carlistas en la nieve, por Augusto Ferrer Dalmau

Dentro de aquel estilo carlista, acrisolado a lo largo de centurias, encontramos personajes del Santo Reino dignos de ser elevados a la categoría de aventureros.

José Luis Ceacero Inguanzo (1829-1901), nacido en Baeza, fue oficial naval, político, colaborador del antiguo diario carlista El Correo Español. Fue el primer embajador de España en Japón, desde el 15 de noviembre de 1868 al 7 de marzo de 1869. Su padre fue Luis Carlos Manuel Ceacero y Reiger (1798-1871), VI Vizconde de Santo Tomé, III Vizconde de Santa Marta y Caballero de la Orden de Calatrava.

Casó con una noble nipona, Miyoko, hija del daimyō de Fukuoka, quien se convirtió en la primera mujer japonesa en visitar España y Jaén. Su matrimonio facilitó el importantísimo Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre España y Japón de 1868. Un acuerdo que permitió el acercamiento de las relaciones diplomáticas entre de España y Japón. Escrito en español y francés, el Tratado se firmó el 12 de noviembre de 1868 en Kanagawa, región de Kanto, en la isla de Honshu (Japón). La firma de este documento sirvió para afianzar relaciones entre ambos países y asegurar la paz.

El Tratado supuso la apertura de Japón y el inicio de la diplomacia con España. Fue firmado por Michitomi Higashikuze, por Japón, y José Heriberto García de Quevedo, por España. Nuestro marino presenció el acto, en el cual fue nombrado cónsul de España en Kanagawa. Fue de importancia para Japón, ya que abolieron el sakoku, que negaba relaciones con otras naciones. Los motivos de Japón fueron estratégicos. El shogunato temía que España y Portugal, con las colonias que mantenían en el océano Pacífico, pudieran atacar Japón.

Encontramos la obra de don José Luis Ceacero Inguanzo también en la plaza fuerte de Santo Domingo. Al carecer España de mandos terrestres allí, el Gobierno liberal lo envió al frente de una sección de tropas desde La Romanay Higüey, con órdenes de eliminar toda resistencia en dicho camino. Pero sin dotársele de medios ni capacidad estratégica. Ceacero dio la orden de retirarse, en contra de varios mandos. León Carbonero y Sol (distinguido con el título honorífico de Conde de Sol en 1870 por la Santa Sede) defendió en juicio militar su decisión, en agosto de 1865. Debido a la afinidad doctrinal de ambos, supieron defenderse y salir victoriosos.

El Gobierno liberal de la usurpación isabelina quedó en evidencia. El ejército aparecía impotente tras las reformas liberales; el Estado, incapaz. El pueblo de Madrid se amotinó contra la ineptitud de la política externa del Estado liberal y provocó múltiples dimisiones.

Roberto Gómez Bastida, Círculo Tradicionalista de Baeza.