Así no se combate el aborto (II)

Antiabortistas estadounidenses. GTRES

En un articulo anterior se ha empezado a escribir sobre los grupos católicos conservadores antiaborto que, sin embargo, apoyan plenamente la doctrina de los derechos humanos.

Sin embargo, se ve aquí el problema de aceptar tal discurso: si la dignidad humana se fundamenta en el autodominio, se estaría atentando contra la dignidad de la persona si esta no puede decidir sobre su propio cuerpo. De hecho, la postura de Shedecides es perfectamente congruente teniendo en cuenta las premisas de las que parte. La mujer tiene dignidad, por lo tanto, tiene autodominio, de lo que se desprende que tiene libre disposición sobre su propio cuerpo. Shedecides simplemente lleva hasta sus últimas consecuencias la teoría de la que han partido también los mismos personalistas o liberales-católicos. La única diferencia es que Shedecides no tiene reparo en decirlo, y con la voz bien alta, mientras que los católicos no pueden porque estarían atentando contra su moral religiosa.

De hecho, estos católicos conservadores no pueden oponerse al aborto como derecho humano si no es ofreciendo argumentos religiosos. Sólo remiten a un único argumento no religioso, que es de índole científico, el cual pone de manifiesto que el aborto estaría atentando contra la vida de un tercero, el cual tiene también su dignidad y, por tanto, autodominio. Sin embargo, ese argumento es demasiado débil y puede ser fácilmente rebatido.

En efecto, como ha llegado a afirmar con gran desfachatez una conocida autora, no hay problema en reconocer la existencia de una vida en el interior de la madre y, a su vez, defender el aborto. Así, siguiendo el argumento de esta autora, en el interior de la madre habita una vida, pero es una vida que se puede considerar como un intruso, porque necesita de la propia madre para subsistir y se sirve de ella para mantenerse viva. Es decir, se estaría aprovechando de la madre para mantenerse con vida. De este modo, la madre tiene derecho a decidir sobre su cuerpo y eliminar esa vida que habita en su interior, pues está haciendo uso del cuerpo de la mujer para vivir y depende de ella. Puede ser que la madre haga muy bien «prestándole» su cuerpo al feto, pero eso no se le puede exigir, porque nadie tiene derecho al cuerpo de otro. Tan solo uno mismo tiene dominio de su propio cuerpo y no puede haber un tercero con derecho sobre el cuerpo de otro, en este caso, el de la madre. El planteamiento es simplemente el de un conflicto de intereses en el que se ha seguido un criterio concreto para solucionar el conflicto: el criterio según el cual no se puede privar a la madre de su autodominio, es decir, de su dignidad.

En definitiva, ni siquiera el argumento de la existencia de una vida humana en el interior de la madre es suficiente para posicionarse contra el aborto si se parte de una serie de premisas erróneas, aceptando la doctrina de los derechos humanos. Haría falta un estudio más detenido para abordar el correcto significado de la dignidad y de la doctrina del derecho entendida desde una perspectiva clásica. No obstante, sobre esto se ha escrito mucho y mejor de lo que yo pudiera hacerlo aquí. El propósito de este artículo no era otro que mostrar la imposibilidad de aceptar el discurso moderno de los derechos humanos y posicionarse en contra del aborto. Es necesario volver a la filosofía clásica para ofrecer una verdadera defensa de la dignidad del ser humano, con el consiguiente rechazo radical del crimen abominable del aborto.

Antonio de Jaso, Navarra