Conservaduros

«Neocon Pride», diseño de Rodolfo de Contreras

Hace poco más de dos semanas el actual jefe del Estado, incumpliendo una vez más sus promesas de campaña, decidió sin consultar con sus ministros o con su maltrecha coalición de partidos, impulsar el llamado «matrimonio igualitario» desatando un verdadero vendaval en el ya agotado oficialismo. No es de nuestro interés poner el acento en el fondo de la cuestión, es decir la naturaleza de dicho “matrimonio”, pues para nosotros ese asunto es tan absurdo y contradictorio como las ideas de un “helado caliente” o algún “triángulo cuadrado”. Es decir, meras ficciones o constructos de mentes calenturientas, que por desgracia son las que abundan en el marco de la posmodernidad. ¿Y en qué podríamos fijar nuestra atención entonces? Nos parece, aunque sea desagradable, mencionar algo sobre la esquizofrenia y la cobardía que los caracteriza. Para eso, volvamos al anuncio de nuestro tartufo presidencial.

Fundación Chile Siempre. Conservadores.

Sebastián Piñera, que como sabemos, desde el 18 de octubre de 2019 es un mero fantasma que suele vagar por los salones del dieciochesco Palacio de La Moneda, sin contar ya con autoridad o respaldo alguno, tal vez desesperado por los números de las encuestas de aprobación o tramando alguna estrategia para lograr escamotear las futuras acusaciones de violaciones a los derechos humanos, decidió comunicar al país que «Había llegado el momento del matrimonio igualitario». Una curiosa y contradictoria declaración en alguien que hasta hace no mucho se había declarado partidario del matrimonio tradicional; pero todo sea por subir unos poquitos puntos en las encuestas o evitar caer a la categoría de terrorista de Estado, donde tendría que compartir tribu con el aún recordado General Augusto Pinochet (Figura que en las encuestas despierta mayor adhesión que el torpe tecnócrata presidencial).

Las reacciones a la declaración del presidente Piñera fueron disimiles, pues, por un lado, fueron celebradas por los liberales de gobierno, especialmente por los militantes de «Evolución Política» (EVOPOLI) y causó estupor y rechazo entre los conservadores de la tambaleante alianza gubernamental. Estos últimos reaccionaron en el mismo momento de la alocución presidencial a través de sus redes sociales. Desde Congresistas hasta «influencers», y oleaginosos «lobbystas» del mundo derechista, mostraron su desacuerdo y molestia por la propuesta de Piñera.

De todas las críticas de las que fue víctima el presidente Piñera, la que más nos llamaron la atención fueron aquéllas en que lo calificaban de «traidor». Por ello nos sorprende la candidez o completa imbecilidad conservadora para con alguien que ha destacado por carecer del más mínimo sentido moral o principios a lo largo de su carrera política. También nos resulta perturbador la invocación a ciertos principios graníticos y convicciones sólidas que han hecho algunos activistas e instituciones conservadoras. No se puede ser tan inocente como para suponer que las filosofías o ideas no tienen efectos en la realidad, en la vida común. Desde mediados de la década de 1970, la derecha conservadora ha promovido el individualismo y el liberalismo económico de forma ortodoxa y exasperante, cerrando los espacios a cualquier expresión diferente al interior de su mismo sector. La derecha conservadora es esquizofrénica, pues por un lado exalta la figura de Margaret Thatcher y las «ideas de la libertad», pero por otro, no quieren reconocer o miran hacia otro lado, en cuanto se recuerda la «granítica» legislación pro aborto y pro homosexualista de la «Baronesa».

Un ejemplo de lo que ha defendido siempre el neoconservadurismo chileno, se ejemplifica con claridad en el libro «La Revolución Silenciosa» del hoy candidato presidencial Joaquín Lavín (Aunque hoy Lavín ya no mencionaría dicha publicación, pues ha devenido en un socialdemócrata). En dicho texto, Lavín exponía gráficamente el proyecto de ingeniería social al que había sido sometido Chile durante la dictadura militar. Se trataba de una planificación global que reemplazaba a las anteriores, si se nos permite usar los términos del historiador Mario Góngora.

Si el modelo de sociedad exitosa que nos exponía Lavín se había logrado en base a la libre elección de comidas, de música, de deportes, de sabores de helados, yogur y a los diferentes tipos de leche que dejaban en el olvido a las monótonas botellas de tapa roja y de tapa azul, y si era un triunfo que de los supermercados ALMAC en 1974 se pudieran elegir entre 5.500 productos diferentes, y que, en 1987, esas posibilidades aumentaran a 15.500, ¿Por qué oponerse a otro tipo de elecciones entonces? ¿A otro tipo de libertades? El problema de nuestros conservadores, es que no se dan cuenta de que son progresistas que van por la vida con un límite de velocidad. Hoy lloran por el «matrimonio igualitario», pero ayer exaltaron los principios que hoy lo hacen posible y mayoritariamente aceptado. Es que como decía Donoso Cortés: «Elevan tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias».

Elías Dupré del Campo, Círculo Tradicionalista Antonio de Quintanilla y Santiago de Chile