Ojeo de nuevo estos días el libro del profesor Ayuso «La política, oficio del alma». Leer de nuevo algunos párrafos me trae al recuerdo momentos gratísimos compartidos con D. Alberto Ruiz de Galarreta (nunca mi agradecimiento para con él equilibrará la balanza de todo lo recibido). Y me vienen a la memoria consideraciones de carácter prudencial de las que me advertía D. Alberto en nuestras tertulias y que vienen muy al caso de lo que vivimos en estos tiempos.
La primera, la importancia de la jerarquía. Y de nuevo viene a mi memoria aquella frase de Aristóteles: sólo puede mandar uno. Y hay algo, sin duda de origen teológico y relacionado con el pecado original, que nos impide someternos por caridad unos a otros. Los ataques son externos e internos. Externos, los de aquellos liberales que, llamándose falsamente tradicionalistas, atacan a nuestro Abanderado o a su Secretaría Política. Sabiendo como saben estos enemigos, que el mejor ataque es la siembra de la duda. Duda sobre las capacidades y duda sobre la idoneidad de las personas que ejercen el sufrido ejercicio de la autoridad. Atacando así el fundamento de la comunidad política: la confianza. La duda luciferina: «Cur præcepit vobis Deus ut non comederetis de omni ligno paradisi ?»
La duda siega en el corazón de los correligionarios la confianza en el mando. Es por ello que suele ser el arma preferida de nuestros enemigos. Ya las ordenanzas del requeté nos advierten de ello en su último párrafo: «Si la moral del “Boina Roja” es el motor de la santa Causa, la organización forma el todo perfecto de las obediencias concertadas». Y ya vendrán, si no están viniendo ya, nuestros enemigos a socavar este todo perfecto de las obediencias concertadas.
Segada la confianza y desconcertadas las obediencias, viene el tercer paso en la destrucción liberal de la jerarquía: la rebelión. El enemigo nos conoce y sabe que a los carlistas no nos van los escándalos. No promueve, por tanto, sonadas rebeliones. Las rebeliones entre los nuestros son pequeñas raposas que devastan la Causa. Y necesitamos darles caza y desenmascararlas: «Capite nobis vulpes párvulas quæ demoliuntur vineas: nam vinea nostra floruit».
Éstas, sin voluntad de ser exhaustivos, se pueden enumerar en los siguientes peligros que atentan contra la caridad política que requiere el carlismo: los mandos no entienden las nuevas necesidades de la Causa, mi libertad de expresión está por encima de la prudencia política de la Causa, no hay ningún problema en… (pongan aquí lo que les dé la gana), no sentirse parte de un cuerpo, una comunión, que requiere unidad de acción, deseo de destacar en el conjunto, meter el cazo en muchas ollas por necesidad imperiosa de omnipresencia, creer que, por el mero hecho de ser el otro buena persona, podemos ser compañeros sin peligro para la Causa…
P. Juan María Latorre, Círculo Sacerdotal Cura Santa Cruz