Gastronomía en la Hispanidad: una receta de la estación para cada hemisferio

En este comienzo de estación, en la sección gastronómica subrayamos uno de los contrastes que hay entre Hispanoamérica y España: mientras unos buscan calentarse con un buen guiso, otros huimos del calor con sopas frías.

En Bolivia uno de los platos que ayudan a pasar mejor el frío del invierno es la típica sopa de maní. El maní actual, o Arachis hypogaea, que en Brasil llaman amendoim, y en España lo conocemos como el cacahuete, es el resultado de la hibridación de dos antiguos tipos de maní andinos, uno proveniente del sur, en la frontera con Argentina, y otro de muchos kilómetros más al norte. Lamentablemente, no se aprovecha demasiado, ya que sólo se usa para alimentar ganado porcino y para dos platos populares en el país: la sopa de maní y las papas a la huancaína (versión boliviana).

La sopa de maní es un plato que ha de hacerse con un poco de tiempo y cuidado. Como mucha de la cocina tradicional, se reaprovecha lo que se tiene a mano, lo que permite diversas variantes según los gustos.

Os dejamos la receta que nos ha compartido Cecilia González Paredes, margarita de Bolivia, cuya abuela la acompañaba con rigatonis grandes que se venden en su país.

Las diversas variantes y acompañamientos son los siguientes:

  • Se puede servir con papas fritas (sí, patatas fritas dentro de la propia sopa) y un poco de llajua (salsa picante) o ají cortado.
  • Se puede usar arvejas y papas, que se agregarían junto con el maní y las zanahorias.
  • También se puede añadir fideo, hay que agregarlo 10 minutos antes de apagar el fuego.
  • Si se usa arroz, en cambio, es mejor agregarlo 15 minutos antes de apagarlo.
  • Y, para los que prefieran la sopa menos espesa, no tienen más que añadir más agua o caldo de pollo.

En cambio, en el hemisferio norte ahora lo que buscamos es un plato cuanto más frío mejor. En este lado del Atlántico, por ejemplo, nos dedicamos a tomar gazpacho. El único problema es ponerse de acuerdo en los ingredientes. La base clásica es tomate, agua, pan y aceite de oliva.

El tomate lo puedes dejar natural, o prepararlo escaldado y luego dejarlo enfriar. El pan, siempre mejor del día anterior. Se le puede añadir, entre otras cosas, ajo, pepino, vinagre y pimiento verde. Y lo puedes adornar con jamón serrano o huevo cocido.

Según se viaje más hacia norte de España, se vaya al sur o se permanezca en el centro, cada zona tiene su versión. Diría incluso que cada hogar tiene uno propio, porque siempre hay un familiar que lo prefiere más espeso o ligero, con o sin pan, que no soporta el ajo, o no puede vivir sin él, que le sabe poco o mucho a pepino.

La variante de gazpacho, que casi toda España apellida extremeño, pero que en Extremadura denominan blanco o de huevo, prescinde del ingrediente básico del tomate por no ser éste muy natural en esa Comunidad. En algunas otras zonas, se le añade remolacha o aguacate. También se puede incluir melón, o incluso hacer el propio gazpacho de melón, ignorando de nuevo el tomate.

Y también están las versiones rápidas como juntar una lata de tomate triturado, pan de molde, hielos, batirlo y, con un chorrito de aceite, quedarte fresco en minutos. Algunos dirán que es una aberración, pero, teniendo en cuenta que, supuestamente, el origen de este plato es de campesinos apretando con sus manos tomates y pan mojado, no nos lo debería parecer tanto.

Os dejamos aquí una de las versiones más tradicionales del gazpacho, el andaluz, elaborada por nuestra correligionaria de Madrid, Melissa Yanel:

Esperamos que, dentro de unos seis meses, cuando cambien las tornas, podamos disfrutar con estas recetas de los platos típicos del otro hemisferio.

Clara Gambra, Margaritas Hispánicas