Del siglo XVIII al XX, los católicos de todo el mundo fueron testigos de la caída de los monarcas católicos tanto de los reinos de Oriente como de Occidente. Los enemigos de Dios, principalmente los masones y los liberales, destruyeron la Cristiandad a través de las revoluciones. Todo comenzó en la impía revolución francesa (1789), seguida por la famosa revolución de octubre en Rusia (1917) y en medio las revoluciones ocurridas contra la corona de España, como la revolución en México (1810), la revolución en Perú (1811), la propia usurpación isabelina (1833) y la revolución filipina (1896). La herejía del liberalismo se extendió como una plaga destruyendo los buenos y sanos estados católicos bajo la famosa máxima masónica y liberal de la revolución francesa: «Igualdad, Libertad y Fraternidad».
Todas las revoluciones ocurridas se remontan a la protestante de Martín Lutero contra la Iglesia y los gobernantes católicos. La revuelta del protestantismo se convirtió en la inspiración de todas las revoluciones. Ahora bien, la tragedia más impactante que ocurrió en la Iglesia es la revolución contra la Tradición, cometida por algunos de sus propios obispos y clérigos con ocasión del Concilio Vaticano II, a partir del cual se fabricó una nueva Misa católica protestantizante en su propia naturaleza. ¡Cómo si la Misa fuera una comida ordinaria y ya no un sacrificio propiciatorio a Dios! Abrazaron y profesaron las ideas y principios liberales de la revolución. Tales como: la libertad religiosa, el falso ecumenismo o los «derechos del hombre».
Todas esas cosas ya habían sido condenadas por los grandes santos, pontífices y concilios anteriores, pero a partir de nuestro tiempo, están siendo alabadas y profesadas por los obispos y el clero en la Iglesia. No es de extrañar que los enemigos atacaran primero a los monarcas y estados católicos pues sabían que eran los que protegían y salvaguardaban la seguridad de la Iglesia en la tierra, y ahora que ya no hay poder secular que defienda la Fe, los derechos y el honor de la Iglesia, pueden saquearla y destruirla libremente.
Pero hubo un obispo que se levantó públicamente en defensa de la Fe Católica, y luchó hasta la muerte. El arzobispo Marcel Lefebvre, el Atanasio de nuestro tiempo, que sufrió persecuciones y juicios a manos de la propia Iglesia mediante suspensiones y excomuniones injustas. Continuó su lucha, a la que llamó «Operación Supervivencia», por el mantenimiento y la continuidad de la Tradición Católica. Finalmente, consagró 4 nuevos obispos para la Iglesia Católica en 1988.
En el momento de la consagración episcopal de 1988 sólo hubo un príncipe católico que estuvo presente y fue el primero en saludar al arzobispo Lefebvre. Fue Don Sixto Enrique de Borbón Parma y Borbón Busset, que ostenta el título de Abanderado de la Tradición. De la Tradición española. De la Tradición carlista. El carlismo libró cuatro guerras para restaurar la unidad católica de España y los derechos del rey legítimo. Una causa verdaderamente católica en su esencia. La lucha del Arzobispo Marcel Lefebvre y de Don Sixto y sus predecesores se convirtió en la representación de la Iglesia y el Estado, combinando ambos poderes para restaurar lo perdido, para restaurar la fe católica de Roma, para restaurar la Cristiandad, para restaurar todas las cosas en Cristo.
«Ante Dios nunca serás héroe anónimo», ya que Dios no nos exige que ganemos en todas las batallas sino que demos una buena pelea, al seguir trabajando por la restauración de la Tradición Católica y la Cristiandad estamos sumando a la Gloria de Dios.
¡Gracias Arzobispo Marcel Lefebvre por seguir manteniendo viva la Tradición es decir la Fe Católica!
¡Gracias Don Sixto Enrique, nuestro único rey verdadero y legítimo, por ser el Abanderado de la Tradición y por luchar por la causa de Dios, Patria, Fueros y Rey!
¡Adelantado Católico! ¡Adelantado Carlista!
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva siempre la Hispanidad!
¡Viva Enrique V!
Lawrence Cawas, Círculo Carlista Felipe II de Manila
versión en inglés
From the XVIII to the XXth century, Catholics all over the world witnessed the fall of the Catholic monarchs both from the kingdoms of the East and West. The enemies of God, mainly the freemasons and liberals destroyed Christendom through the revolutions. It all started in the godless French revolution (1789), followed by the famous October revolution in Russia (1917), and between them the revolutions happened against the crown of Spain, like the revolution in Mexico (1810), revolution in Peru (1811), the isabelline usurpation (1833) and the Philippine revolution (1896). The heresy of liberalism spread like a plague destroying the good and healthy Catholic states under the famous masonic and liberal maxim of the french revolution Equality, Liberty and Fraternity.
All the revolutions that happened can be traced back to the Protestant revolution of Martin Luther against the Church and Catholic rulers. The revolt of protestantism became the inspiration of all the revolutions. Now, the most shocking tragedy that happened in the Church is the revolution against Tradition, committed by some of her very own bishops and clergy in the context of the Second Vatican Council, from where the Catholic Mass was changed and fabricated as a new one that is protestantizing in in its very nature. The Mass was turned as if it is ordinary meal and no longer a propitiatory sacrifice to God anymore! They embraced and professed the liberal ideas and principles of the revolution. Such as: religious freedom, false ecumenismor «human rights».
We all knew that all of those things were already condemned by the great saints, previous pontiffs and councils but as of our time, being praised and professed by bishops and clergy in the Church. No wonder why the enemies attacked first the Catholic monarchs and states for they knew that they were the ones who protects and safeguards the security of the Church on earth, and now that there are no longer secular power that will defend the Faith, the rights and honor of the Church, so they can freely ransack and destroy her.
But there was one bishop who publicly stood up in defense of the Catholic Faith, and he fought until death. Archbishop Marcel Lefebvre, the Athanasius of our time who suffered persecutions and trials at the very hands of the Church by unjust suspensions and excommunication. He continued his fight in which he called it the «Operation Survival» for the maintenance and survival of Catholic Tradition. At last, he consecrated 4 new bishops for the Catholic Church in 1988.
At the time of 1988 Episcopal consecration there was only one Catholic prince who was present and the first person to greet Archbishop Lefebvre. That was, Don Sixto Enrique de Borbón Parma y Borbón Busset, Standard Bearer of Tradition. Of Spanish Tradition. And of Carlist Tradition. That Carlism which Carlism fought four wars in order to restore the Catholic unity of Spain and the rights of the legitimate king. A cause that is truly Catholic in essence.
The fight of Archbishop Marcel Lefebvre and Don Sixto and his predecessors became the representation of the Church and State, combining both powers to restore what has been lost, to restore the Catholic faith of Rome, to restore Christendom, to restore all things in Christ. «Before God you will never be an anonymous hero», since God does not require us to win in all battles but to have a good fight, by continue working for the restoration of Catholic Tradition and Christendom we are adding to the Glory of God.
Thank you, Archbishop Marcel Lefebvre, by continue keeping Tradition alive that is to say the Catholic Faith!
Thank you Don Sixto Enrique our only true and legitimate king for being the Standard Bearer of Tradition and for fighting for the cause of Dios, Patria, Fueros y Rey!
¡Adelantado Católico!
¡Adelantado Carlista!
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva siempre la Hispanidad!
¡Viva Enrique V!
Circulo Carlista Felipe II de Manila by Lawrence Cawas