En el 214º aniversario de la defensa de Buenos Aires

Santiago Liniers. Retrato Museo Naval de Buenos Aires

A continuación reproducimos el discurso pronunciado por Álvaro Luna Requena el día 5 de julio de 2021 en la iglesia de Santa Catalina, con motivo del 214° aniversario de la Defensa de Buenos Aires a causa de las segundas invasiones inglesas sucedidas en el año 1807.

 

Sr. Rector de la Iglesia Santa Catalina, Padre Gustavo Antico

Sr. Jefe del Regimiento de Infantería 1° de Patricios, Coronel Pablo Francisco Depalo

Sres. Miembros de la Comisión Nacional de la Reconquista

Amigos

Conmemoramos hoy, 5 de julio, el 214° aniversario de la gloriosa Defensa de la Ciudad de Buenos Aires que en esta misma fecha del año 1807, acometieron sus autoridades y población contra la segunda invasión inglesa.

Aquel día se consumó con éxito un plan de Defensa que había sido impulsado por Don Santiago de Liniers ya desde septiembre del año 1806, apenas culminada la gesta épica que fue la Reconquista de Buenos Aires. Parece oportuno, entonces, recordar esta iniciativa de Liniers, pues sin ella difícilmente se hubiera logrado una Defensa exitosa de la Ciudad, frente a una invasión británica que desembarcaría diez mil efectivos para su conquista y sometimiento.

Sabido es que la Corona Española no mantenía ejércitos coloniales en América pues, como enseñó el Prof. Levene, las Indias no eran colonias. Era preciso, entonces, revigorizar los pocos y escuálidos regimientos -casi testimoniales- que aquí existían, y crear nuevas fuerzas. Por ello el 6 de septiembre de 1806, Don Santiago de Liniers lanzó una proclama:

«Para que no decaiga un solo punto la gloria de que para siempre habéis cubierto al suelo americano, para mantener con dignidad la alta reputación de las armas del rey católico, y para asegurar la quietud tranquila de vuestros hijos y la posesión de vuestros bienes, exige el respeto a la religión, la lealtad al soberano y el amor a la patria, de que sois tan dignos habitantes,  (…) espero que, (…) vengáis a dar el más constante testimonio de vuestra lealtad y patriotismo, reuniéndose en cuerpos separados, y por provincias, y alistando vuestro nombre para la defensa sucesiva del suelo que poco hace habéis reconquistado».

Así, a mediados de 1807 las tropas bajo las Armas del Rey de España contaban para la Defensa de Buenos Aires con nuevos Regimientos Voluntarios de Infantería como la Legión de Patricios, los Tercios de Vizcaínos, Catalanes, Gallegos y el Tercio de los Cuatro Reinos de Andalucía. Se sumaban, también, como Regimientos Voluntarios de Artillería, los Patriotas de la Unión y los Servidores Pardos, Indios y Negros; y los Cuerpos Voluntarios de Caballería.

El comandante del Tercio de Gallegos, D. Pedro Cerviño, llamaría por vez primera a este conglomerado de fuerzas, «Exército Argentino»; la religiosidad de toda la gesta impregna los Reglamentos de los distintos Tercios y en su simbología se aprecia la vocación por entroncarlos con los Tercios que se cubrieron de gloria en el Viejo Continente. Aún hoy, los Patricios, de gallarda actuación durante la Defensa y que nos honran hoy con su presencia, portan como propia la bandera de las aspas de Borgoña, símbolo del vasto Imperio de la Monarquía Católica.

Así Buenos Aires organizó su Defensa contra la segura segunda invasión. Se armó y preparó con ese espíritu, profundamente religioso y patriótico, abrevando en ese rico acervo que era el Bien Común político acumulado a lo largo de siglos, que le pertenecía por propio derecho tanto a españoles peninsulares como a españoles americanos, es decir, a criollos, mestizos, pardos, indios y negros que habitaban en este continente.

Luego, se desarrollaron los acontecimientos bélicos, brillantemente recordados por mi orador predecesor.

Desde la opulenta y lejana ciudad de México hasta los pueblos meridionales de Chile, en las poblaciones hispanoamericanas se festejó durante días la victoria frente al invasor británico.

Al recordar hoy la Defensa de Buenos Aires, no deberíamos limitamos a reseñar el hecho histórico, como algo finiquitado o muerto; en cambio, aquellos acontecimientos deben ser acicate para asumir con renovado empeño un compromiso vigente, permanente y exigible, que tienda a conseguir un objetivo que aún está pendiente.

Finalizo estas modestas palabras citando al P. Leonardo Castellani, quizás el más portentoso intelecto argentino, quien escribió: «La religiosidad fue el alma de la resistencia en las pasadas invasiones inglesas. Si nuestra nación ha de salir ilesa y más gloriosa de otras invasiones futuras posibles y ya incoadas, el alma de la resistencia será su unidad religiosa».

Álvaro Luna Requena, Círculo Tradicionalista del Río de la Plata.