Hijos de Santiago

Santiago Matamoros, Casa do Concello de Santiago de Compostela. L Bugallo

El Apóstol Santiago evangelizó en la Península Ibérica antes de regresar a Judea, donde fue martirizado (Act. XII, 1-2). Luego, sus discípulos recogieron sus reliquias y las llevaron a tierras de la actual Galicia. El Señor quiso que su cuerpo reposara en esa esquina de la Península, desde donde pudiera vigilar las Españas viejas y mirar hacia las nuevas Españas, las indianas. En ninguna de las dos orillas del Atlántico, el Mar Español, ha faltado su protección y auxilio.

Allá está nuestro Apóstol, como un guardián y como un recuerdo de su constante intercesión y de nuestra historia llena de gloria. También como una arenga permanente a recuperar lo perdido y a ganar aún más. A desenvainar la espada por el triunfo de la Causa de Cristo, que es la causa carlista. No sólo a tomar las armas —que haremos cuando la autoridad lo ordene—, sino a dar la batalla con la espada, como enseña San Pablo (Ef. VI, 17).

Cuando lo exigían las circunstancias, el Boanerges ayudó a derrotar a los enemigos de Cristo y de España. Usando la espada en Clavijo, matando moros. Y en las Indias, paganos, para asistir al nacimiento de las Españas americanas.

Pero el enemigo cambió la confrontación declarada por una más o menos velada. Nos vemos en la necesidad de hacer la guerra por otros medios. La contienda pasó al campo del día a día, en que todos nos hemos visto en la tentación de ceder. Batalla en la que han padecido muchos mártires incruentos, como los llamó don Alberto Ruiz de Galarreta (q.e.p.d.).

En este nuevo escenario, nosotros, hijos de Santiago de allende y aquende la Mar Océana, debemos continuar el buen combate. Siguiendo su ejemplo e invocándolo para que nos alcance de Dios la fortaleza. Para hacer frente a la impiedad y ganar almas para Él, pues nuestro santo luchó como un trueno y también tuvo que enfrentar la indiferencia de sus contemporáneos. Recurrir a su intercesión es, pues, tan necesario hoy como lo era en el siglo IX o en el XVI.

Que allí donde no faltan los ataques  del enemigo—abiertos o disimulados— no falten las oraciones a Santiago. Él nos ayudará a vencer a los hijos de la serpiente. Otra vez. Por el Reinado Social de Cristo: ¡Santiago y cierra, España!

Juan Francisco V., Círculo Tradicionalista de la Nueva Granada.