¿Por qué soy carlista?

Una boina roja. Agencia FARO

Escribió el venerable maestro Fray Luis de Granada en su exquisita Guía de pecadores que dos cosas suelen mover al hombre a cualquier honesto trabajo: «es común sentencia de todos los sabios, que estas dos cosas, conviene a saber, honestidad y utilidad, son las dos principales espuelas de nuestra voluntad, las cuales la mueven a todo lo que ha de hacer. Entre las cuales, aunque la utilidad es comúnmente más deseada, pero la honestidad y justicia de suyo es más poderosa. Porque ningún provecho hay en este mundo tan grande que se iguale con la excelencia de la virtud…».

Meditando sus palabras me vino a la mente lo que de anteriores razonamientos había colegido: mi lealtad al Señor Don Sixto Enrique de Borbón se debe a no otro motivo que al convencimiento que tengo como católico e hispano de que su Causa, tres veces santa, es legítima ―justa y honesta― y la más conveniente o útil.

¿No tenía acaso certeza de que Don Sixto Enrique, a quien Dios guarde, es, por derecho, el rey y señor natural de estas tierras, arrebatadas hace doscientos años por la revolución impía a su predecesor Don Fernando Séptimo? Mas no sólo por ser en quien recae la sucesión, sino también por ser impecable príncipe cristiano. Pues, ¿quién, conociendo su vida, no recuerda al soberano ideal que describieron las más elevadas plumas de nuestra literatura? Ante lo cual, por pura lógica, no cabía otra cosa que rendirme a la justicia de las referidas consideraciones y, luego, servir bajo su bandera.

Mas por si lo anterior no fuere suficiente, había estotra espuela para mi voluntad: es su Causa la que más provecho promete a los pueblos que, en épocas más felices, formaban la Católica Monarquía. Porque no hay cosa espiritual ni terrena más beneficiosa que el Reinado Social de Cristo, que es el principal fin del carlismo. El cual se alcanzará, si Dios así lo quiere, recuperando lo que es más nuestro: la Unidad Católica, la patria, los fueros y la monarquía tradicional. Realidades éstas de las que nos privaron, dos siglos ha, los «próceres de la independencia» (rectius del Mal).

Hete aquí, afortunado lector ―pues la Providencia Divina puso en tus manos La Esperanza, periódico católico-monárquico―, las razones por las que soy carlista. Espero que esta brevísima relación de ellas te afirmen en tu condición de militante, si lo eres. Si por ventura no lo fueres, pido a Dios que te muevan a serlo. Así sea.

Juan Francisco de Vitoria, Círculo Tradicionalista Gaspar de Rodas