Fuerte oleaje sobre el Perú de Pedro Castillo

Fuerte oleaje en las playas de la "Costa Verde" de Lima (Perú). EFE/Paolo Aguilar

El mar Pacífico es un conocido cuerpo de agua que alimenta otros océanos del planeta. En nuestro país sus aguas son frías, a diferencia de las aguas de otros océanos como el Atlántico. Sus olas siempre chocan con violencia hacia nuestras playas, destruyendo y corroyendo rocas; incluso destruyen las barcas que andan con poca fuerza.

Comienzo este artículo con esta metáfora que es muy adecuada para ejemplificar lo que el país sufre desde hace relativamente poco, aunque el  camino hasta aquí fue largo, y se fue pavimentado desde su caída como último bastión en el continente de la Monarquía hispánica, que fue apuñalada traicioneramente en Cádiz.

A pesar de eso se continuó, en cierto modo, intentando mantener las buenas costumbres hispánicas en el país, al menos durante los gobiernos de Castilla y de Cáceres, y junto a las perpetuas inestabilidades y perpetuas guerras cuasi-fratricidas con otros países hispanos, tuvimos también gobiernos positivistas o cuasi-fascistas hasta llegar a la recta actual.

Esta recta es la conclusión cercana a un proceso de inestabilidad resultante de la defectuosa gestión de Velasco Alvarado, pasando por una tecnocracia fujimorista y finalmente por un socialismo moderado que no se comprometía del todo en su agenda, para rematar con un neoliberalismo inestable. De tener una olla quemando, ahora la olla explotó y su aceite ardiente nos salpica a todos.

Ya que no es menester por el momento enfrascarnos a un coloquio historiográfico largo que no nos ayuda para el motivo del texto, que trata de un motivo reciente, se procurará ir al grano. Como ya referí en mis dos entradas anteriores, el ahora presidente Pedro Castillo finalmente ostenta el poder tras un arduo proceso de comprobación electoral. Tanto en el mundo físico como en el internáutico, las opiniones andaban divididas con respecto a ello, muchos esgrimiendo válidamente sus temores debido al fantasma senderista que recorre el país, otros neofascistas o neo-comunistas poniéndose orondos pensando que será su mesías destinado a mostrar cómo «se cumplen sus idearios» y también muchos neocones y jacobinos de corte libertario llorando por una tragedia ya avisada.

Pedro Castillo tuvo una entrada vistosa al gobierno, siendo sus invitados miembros representantes del llamado socialismo del siglo XXI incluyendo al usurpador Felipe Puigmoltó, el cual fue ninguneado como representante del Estado español con el discurso claramente indigenista de Pedro Castillo, mostrando claramente su apodo acuñado de modo acusatorio, «Felpudo», ya que siempre recibe los peores ninguneos sin siquiera replicar.

Como ustedes ya se habrán dado cuenta, mi correligionario don Joel Antonio escribió un buen artículo que trataba de las cosas que el actual presidente, bajo su mente romantizada, omitió sin vergüenza alguna durante su discurso de apertura; podrían leerlo para contrarrestarlo. Omitiendo este paréntesis, básicamente algunos ministros se retiraron rápido, otros miembros de su equipo directivo mostraron cierta disconformidad y más que nada se notó la leve división durante el día de la investidura, con su ministro de economía el señor Francke dejando la recepción estrepitosamente y una clara tensión entre Pedro Castillo y su llamada mano derecha, Vladimir Cerrón. Esa tensión se reflejó explícitamente incluso en detalles nimios como los saludos.

Creo que con esto se dejó en claro lo poco que duró esa aliancilla de ambos, al igual que ya queda implícito lo frágil que fue esa conveniencia electoralista.

Ahora, pasemos a temas más complejos, básicamente a la economía, coalición y alguna predicción o intento de la misma que veo en esta gestión. Pero antes, quiero dejar una pequeña cereza del pastel a los conservadores de Renovación Popular, que tienen control del ministerio de inteligencia y educación en la coalición con Perú Libre y Juntos por el Perú. Irónicamente ambas son agrupaciones socialistas, y cual costumbre partisana, andan afrontando una crisis interna con personas como el Almirante Montoya. Éste hizo un show vergonzoso en Washington para que E.E.U.U. reconozca tácitamente a Pedro Castillo, con la ironía añadida de que ahora él considera a Norma Yarrow, una miembro de su bancada, como traidora.

Luego tenemos gran presión mediática y social sobre el sombrío personaje de Vladimir Cerrón, que es investigado por ser cabeza de una asociación de lavado de activos, al igual que por su pasado terrorista, como ya comenté en el artículo anterior. En resumen, básicamente el bicentenario terminó siendo un reverendo caos.

En lo económico nuestra moneda sigue estable de momento, y nuestro director del Banco Central Julio Velarde se quedará, al menos, si no cambian la constitución.

Y aquí llegamos al punto que deseo tratar como conclusión; frente a estas derivas, cual barco mal arreglado, este gobierno colapsará por su propia mano o por el llamado cuarto poder, el periodismo. Sin embargo, lo aterrador es lo que vendría después: posiblemente los peores conservadores debilitados por décadas de personalismo o un par de neoliberales atentos a Washington que, a diferencia de los socialistas del siglo XXI ocupados en su propia riqueza, nos harían daño en el largo plazo.

Para finalizar, otra vez el partidismo y electoralismo nos demuestran sus fallas, más en la sociedad hispanoamericana y especialmente andina, donde la idiosincrasia sigue siendo aún muy «caciquil», como dice la máxima latina «Princeps legibus solubus est» (el Príncipe está libre de las leyes); y aunque la electocracia no se responde a sí misma, terminará inevitablemente respondiendo a leyes que ellos preceden, y a la imagen que ellos tendrán, pero aun así, para bien o para mal, mancharán al país.

Por tanto, nuestra única esperanza es implorar al Altísimo que el choque de la nave no sea desastroso.

Maximiliano Jacobo de la Cruz, Círculo Blas de Ostolaza