¿Batalla cultural?

Vecteezy

Con mucha frecuencia escuchamos el término «batalla cultural» en multitud de escenarios. Desde VOX, pasando por el libertarismo, hasta los ridículos ámbitos cercanos al mundo fascista. Todos ellos se esfuerzan con heroico empeño en «dar la batalla cultural» como inicio de una supuesta reconquista que, en boca de cada uno, posee diversos significados.

En muchas ocasiones, tras la lógica de la batalla cultural encontramos presentes una serie de elementos que merecen un análisis. Primeramente, un deseo de acción encaminado a gestar un combate cultural que convierta la cultura en una nueva Covadonga. Ahora bien, el término cultura como elemento sustantivado en sí mismo es inescindible de la concepción que de él hace la antropología moderna, llamada a sí misma como «cultural», y que convierte a la cultura en una cápsula de vivencias y experiencias personales que configuran el principio causal del obrar de cada hombre. La cultura moderna sería el sustitutivo de la ley natural, presente en todos los hombres, y haciendo de cada hombre un cúmulo de experiencias vitales fenomenológicas que inciden en el obrar humano.

Esta concepción peregrina nada tiene que ver con la concepción clásica. La religión como virtud de piedad dirigida a Dios, que obra sobre la naturaleza humana de forma que la ley natural para su actualización social, se perfecciona con la gracia configurándose un complejo entramado en el que la sociedad se orienta al Creador, a la vez que se desarrolla conforme a la propia naturaleza, creando vínculos, concepciones e instituciones que un antropólogo denominaría «cultura X». Como vemos, la cultura es inescindible de la concepción religiosa de la sociedad, así como de la naturaleza humana y las virtudes anexas a la misma … Sustantivar de forma autónoma la cultura lleva a identitarismos repudiables que hacen de la consecuencia la causa perdida.

No tiene sentido aceptar las normas de juego del sistema liberal mientras nos dedicamos a debates estériles ajenos a la militancia. Ello no implica que la militancia no sea heterogénea en su desarrollo acorde con la prudencia y la situación concreta, incluso que lo que la modernidad considera cultura pueda ser operativo para reconducir a muchos que se acercan en busca de la Verdad. Pero estima muy importante que, pese a ello, no olvidemos la importancia de considerar la dimensión problemática del término, así como la convicción de que la restauración del orden natural no puede venir de focos aislados o de ideologías diversas, sino de un paciente y continuo impulso de resistencia, construcción y combate.

Miguel Quesada, Círculo Hispalense