Sobre la subida de la luz y su justísimo precio

Pedro Sánchez. Foto El Mira.

Nadie está dispuesto a vivir sin luz; y por eso los oligopolios liberales venden el megavatio hora a precio de diamante, o lo que es lo mismo, a precio de energía verde. Pero, ¿es justo el precio de la luz? ¿Vale la luz lo que cuesta?

A inicios de año, so pretexto de conquistar el objetivo de las emisiones neutras en 2050, Joe Biden ordenó eliminar las concesiones destinadas a la extracción de combustibles fósiles en territorio federal, así como la suspensión de importantes perforaciones de petróleo y gas natural. La Unión Europea, también poseída de ecologismo, se niega en rotundo a la apertura de nuevas perforaciones, mientras en Alemania cierran sus centrales nucleares.

Si a esta coyuntura agregamos el problema de la logística marítima, colateral a la situación pandémica y a los graves errores de cálculo durante el 2020, y la situación bélica que atraviesan grandes productores de gas natural como Libia, nos encontramos con el caldo de cultivo perfecto para el colapso de las energías renovables y el aumento desmedido de la tarifa de la luz. Ya la experiencia en Tejas demostró que, con una producción nacional renqueante del mercado del gas, durante una tormenta de nieve las energías verdes resultan escasas e inservibles.

Por otra parte, en España, al igual que en todas las «democracias avanzadas» de nuestro entorno, se reniega de la producción nacional de energía nuclear y térmica y se pende del hilo del mapa geopolítico, lo que se traduce en comprar el megavatio hora a precio de diamante. Además, dada la enorme necesidad de luz que tiene el consumidor, los consumidores españoles están dispuestos a pagar precios desorbitados por el producto. El Estado lo sabe; y por ello a la tarifa española hay que sumarle un impuesto eléctrico del 5,1127%, un IVA tímidamente reducido por motivos de aritmética electoral del 21% al 10%, y un impuesto sobre el valor de la producción de energía eléctrica (IVPEE) del 7% repercutido indirectamente al consumidor.

Señala el Aquinate que «vender una cosa más cara o comprarla más barata de lo que realmente vale es en sí injusto e ilícito» (ST II-II, c. 77, a.1). Por ende, aprovecharse de una población desesperada para enriquecerse de forma ilimitada es también injusto e ilícito. La mentalidad capitalista considera que una cosa tiene tanto valor como el precio que el consumidor está dispuesto a pagar por ella. Es decir, existe en las categorías actuales una sinonimia entre el valor y el precio; y hasta que se quiebre este esquema categorial, el pueblo continuará subyugado a los precios que le imponga el ricachón de turno, incrementados por la política impositiva del Estado.

De momento, el gobierno de España se queja con fogosidad histriónica de las ventosidades bovinas, y el pueblo español permanece de brazos cruzados.

Pablo Nicolás Sánchez, Navarra