Militia est vita hominis super terram

«Por España y por el Rey, Gálvez en América». Augusto Ferrer Dalmau

Exclamaba el «verbo de la Tradición», nuestro Vázquez de Mella, en un discurso en el Congreso de los Diputados en febrero de 1908:

¡El individuo! El individuo ha sido en centro de todo un sistema; y, aunque os parezca una paradoja, aunque os parezca un sofisma, yo os diré que el individuo, tal como vosotros lo entendéis, es una creación artificial, que el individuo que sirve de centro a todo vuestro sistema es fantasma que rechaza la naturaleza humana y que rechaza la Historia.

Desde la primera pareja humana, que tuvo que ser simultánea, hasta la hora presente, el individuo es en parte, un producto social. He nacido en el seno de una familia, tengo detrás de mí una estirpe de antepasados que hasta el primer hombre se remonta; tengo conmigo una herencia fisiológica; llevo también el ambiente del medio en el que he nacido, físico y moral; hábitos, costumbres, tradiciones, la lengua que hablo, el acento con que pronuncio, todo existía antes de que yo viniera a la tierra; las creencias que han arraigado en mi mente, los sentimientos que existen en mi corazón no son obra exclusivamente mía, porque dependo yo de los objetos a que se refiere, y no ello de mí. Quitad de mi todo esto, creencias, sentimientos, costumbres, tradiciones, hábitos, lengua, todo lo que yo he tomado de la sociedad, y, ¿qué quedará? No quedará más que el individuo en abstracto, lo que se llama en lógica un universal reflejo.

Es este individuo abstracto, este universal reflejo, el que camina, habla, come, bebe y consume en nuestra sociedad. No ha quedado nada más de aquella obra extraordinaria que fue la Creación, obra que despertaba la envidia de algunos ángeles, obra contra la que algunos se rebelaron y lucharon, obra cumbre por ser la obra de Dios Nuestro Señor.

Como un vampiro, el liberalismo ha chupado la sangre a la obra de Dios, la ha desposeído de sus raíces, de su familia, estirpe y antepasados, de su herencia y de su ambiente, de sus costumbres y tradiciones, las creencias y los sentimientos y, también, hasta de su lengua y de su acento, haciendo del pérfido el idioma del dinero, del comercio y de la rebelión. Sí, de la rebelión, pues no nació de otra cosa el liberalismo que de una rebelión, del non serviam luciferino, de declararse individuo autodeterminado libre del vasallaje a su Señor.

Y, nacieron, frente a la atrocidad y la barbarie de este liberalismo, respuestas erróneas pues se basaban en los mismos principios. Y hoy, como siempre, el Carlismo proclama y grita la única respuesta que reinstaurará el verdadero orden y fundamento de la realidad: ¡Viva Cristo Rey!

Gustave Doré tiene un grabado que ilustra una de las biblias más hermosas que tenemos en nuestra lengua. En este grabado, un ángel luminoso, quizá san Miguel, guía a las huestes camino al combate en Jerusalén. Hay un combate que vivir (no olvidemos la frase del santo Job, «Militia est vita hominis super terram»), un combate que se vive en las familias y en la sociedad: no abandonar la bandera del rey eterno por nada del mundo. Sin miedo. Sin temor. Pues, como dice la Santa, «con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir».

P. Juan María Latorre, Círculo sacerdotal Cura Santa Cruz