28. Es así como la inteligencia se pone al servicio de Cristo Rey, cualquiera sea el lugar que ocupa el católico y la tarea que tenga.
En otras palabras: abramos la inteligencia a la Esposa de Cristo, la Iglesia, a quien el Esposo ha embellecido de las mejores alhajas y enriquecido con su propio tesoro inagotable de Verdad.
No cometamos el error, hoy tan difundido, de desdeñar la enseñanza de la Iglesia porque entendemos que el Papa es malo o porque sabemos que el Vaticano II es un saco de errores.
Volvamos a la tradición.
Juan Fernando Segovia, Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II