La imagen del Santísimo Cristo de los Mártires, titular de la Hermandad del Santísimo Cristo de los Mártires de Villarrobledo y Nuestra Señora de la Victoria, se trasladó los pasados días 25 y 26 de septiembre desde Villarrobledo a la Catedral Primada de Toledo para celebrar el hermanamiento con la Hermandad de Nuestra Señora Santa María del Alcázar de Toledo. Los actos tuvieron un esplendor fastuoso y gran profundidad espiritual y sirvieron para realzar la gesta del Alcázar de Toledo, en la medida que este año la imagen de Nuestra Señora Santa María del Alcázar no pudo procesionar debido a las limitaciones impuestas por las autoridades sanitarias.
Ambas hermandades tienen el común denominador de haberse constituido con ocasión de hechos de la Guerra de 1936-1939, realzando su carácter de Cruzada y el carácter martirial de quienes entregaron su vida en ella frente a otras interpretaciones confusas que fueron oficializadas por el poder constituido y por ese mismo poder constituido posteriormente prohibidas.
Estas asociaciones públicas de fieles han seguido manteniendo la piadosa obra de Misericordia de rezar por los muertos con independencia de cualquier circunstancia de orden temporal. En la constitución de ambas el carlismo tuvo un papel significativo. Muchos de los mártires de Villarrobledo fueron militantes de organizaciones políticas que confluyeron con la Comunión Tradicionalista durante la II República y el núcleo carlista de Villarrobledo siempre formó parte de dicha Hermandad, contándose el que fuese ilustre jefe carlista local, don Emilio Fernández Pintado, entre los más conspicuos hermanos. A su dedicado esfuerzo se debe que desde Villarrobledo saliesen autobuses enteros a Montejurra en los cincuenta y sesenta del pasado siglo, al tiempo que contribuyó a la clarificación doctrinal del tradicionalismo, siendo citado por Elías de Tejada entre los colaboradores de la magna obra «¿Qué es el carlismo?»
En cuanto a la hermandad toledana trae su origen de la liberación, el 27 de septiembre de 1936, de Toledo y la consiguiente del Alcázar por los requetés, legionarios y regulares a las órdenes del general Varela, a quien acompañaba don Manuel Fal Conde, Jefe delegado de la Comunión Tradicionalista. Al día siguiente se celebró la primera procesión de Nuestra Señora del Alcázar, por iniciativa del propio Fal Conde, desde la Catedral Primada hasta las ruinas del Alcázar. La imagen fue trasladada durante el asedio desde su lugar en la capilla de la Academia a un pequeño altar situado en la enfermería del Alcázar, para dar consuelo a quienes en ella se reponían de sus heridas o agonizaban.
Cuidó especialmente de la devoción Antonio Rivera, «el ángel del Alcázar», hermano mayor de quien sería sacerdote de recia espiritualidad y servidor de los pobres, José Rivera, quien en su juventud fue miembro del requeté toledano. La imagen salió intacta de las brutales cargas de obús que estuvieron lanzando los rojos durante todo el asedio. De aquella primera peregrinación nació la Hermandad de Nuestra Señora Santa María del Alcázar, quien perpetúa, si las circunstancias no lo impiden, la memoria de aquella gesta con la misma procesión que promovió Fal Conde.
Luis Cardeño, Círculo Carlista Marqués de Villores