Humor- ¡Qué cosas se ven, don Pero!: Els cocodrils del Pallarès

El obispo de Solsona, Xavier Novell

***El Pallarès es el torrente que atraviesa Solsona, ciudad española cuyo obispo, Xavier Novell, renunció hace unas semanas en muy extrañas circunstancias, desvelándose posteriormente que estaba conviviendo con una conocida escritora de novelas eróticas de temática recurrentemente satánica***.

Hay que hablar del obispo Novell. No es un tema bonito; no sé si nos podremos reír mucho, pero hay que hablar del tema. El episcopado español ha cerrado filas; su antigua diócesis, la de Solsona, sigue en estado de injusta y completa consternación y los católicos españoles no sabemos ni a quién dirigirnos ni qué decir cuando se dirigen a nosotros, ya con sorna («Así que el demonio, ¿eh?»), ya con ingenua conmiseración («Claro, como a los curas no les dejan casarse…»).

Entre los católicos progresistas (permítaseme el oxímoron), v.gr. Religión Digital, la reacción ha sido, en general, comprensiva: qué bien que Novell se haya abierto al amor; qué bien que el Papa no le haya reducido aún al estado laico, como vociferan los reaccionarios cavernarios; qué bien porque, quizá, un día podamos ver a Novell obispo y casado a la vez (que Dios nos coja confesados). Me gustaría poder preguntar, a quienes así piensan, por qué creen que quien no ha sido capaz de cumplir los compromisos y obligaciones que impone el sacerdocio, ni tampoco los que supone la plenitud del sacerdocio, que es el episcopado, aun contando (presumiblemente), con las gracias de estado necesarias para llevarlos a cabo, sí que podrá soportar las cargas del matrimonio. Un matrimonio que, previsiblemente, dada la situación de uno y otra, no debería poder ser celebrado canónicamente (es decir, que no sería matrimonio).

Entre ciertos sectores «conservadores» (sobre todo «conservadores de apariencias»), se procura y se procurará echar tierra sobre el asunto, invocando la privacidad del obispo Novell. Si he entendido algo de lo que es el sacerdocio católico, me cuesta mucho comprender cómo y por qué quien está llamado a ser un alter Christus, de repente deja de ser una persona pública por el hecho de haber traicionado sus votos: muy al contrario, creo que mientras siga siendo obispo (que lo será hasta que se le reduzca al estado laico, si es que vemos tal cosa), deberá aguantar que se le siga, se le fotografíe y se tenga un enorme interés en su vida privada. No todos los días un prometedor y joven obispo se da a la fuga, abandonando diócesis y hábito para irse a vivir con una señora madre, divorciada de musulmán y que se gana los cuartos escribiendo novelas que, en una sociedad sana, le habrían costado multas y prisiones.

Los sectores más seriamente católicos han puesto el dedo en la llaga y han cometido un grave error de cálculo, a nuestro juicio: se ha comentado, entre el clero diocesano de Solsona y con mucha sensatez, la posibilidad de una intervención de orden demoníaco en este asunto. No por nada, Novell era exorcista autorizado y bien sabemos que el demonio se encarniza particularmente con quiénes están en primera línea de combate contra las fuerzas infernales. Por ello, no se autoriza a exorcizar salvo a sacerdotes muy equilibrados y muy virtuosos. Lo segundo, no lo sé; lo primero, según todos los indicios, no se daba en el obispo Novell. El error de cálculo ha sido filtrar estás sospechas y sus intenciones pasadas, presentes y futuras, de exorcizar al exorcista, de las que se han hecho eco, con mediana seriedad los medios (supuestamente) conservadores, como ABC y con sorna más o menos descarada los (abiertamente) progresistas.

El caso recuerda al célebre P. Jacinto Loyson, sacerdote francés que nos legó unos muy interesantes diarios (materia, en parte, del argumento de dos novelas de Hugo Wast, Juana Tabor y 666) en los que relata su lenta pero aparentemente inexorable caída, a causa de un torpe enamoramiento de una mujer no creyente a la que estaba tratando de convertir. Hombre, que un sacerdote se enamore, puede pasar; que sucumba a sus sentimientos y cometa errores más o menos graves, también. Pero que quiera hacer pasar un concubinato, con ruptura de votos incluida, por una obra de caridad cristiana, me parece una exageración.

En la encantadora Un gángster para un milagro, que cuenta la historia de un capo que decide ayudar a una mendiga casi alcohólica a fingir que es una dama de la alta sociedad neoyorquina para recibir a su hija, prometida con el hijo de un conde español (en la versión doblada a nuestra lengua le hacen, ¡ay!, italiano), también hay dudas legítimas sobre las probabilidades de éxito de la jugada. Uno de los subalternos del Dandy, que ha tenido que entretener al capo dei capi de Yanquilandia, escondido en un camión que se pasea sin cesar por Nueva York y que comienza a estar bastante molesto por la espera para reunirse con su jefe, llega a las lujosas habitaciones que van a prestarle a Annie Manzanas, para mejor dar el pego y se encuentra con el espectáculo de una vieja decrépita, sucia, resacosa perdida y con cara de profunda tristeza. Tras poner al corriente al Dandy de la cólera del gran jefe y de ser informado por éste de sus planes para la buena de Annie, estalla de indignación:

«- ¡Ayúdala! ¿Quieres ayudarla? ¡Ayúdala! ¡Pero no quieras pasar ese cocodrilo por una señora!».

Nos ha pasado un poco lo mismo con el obispo Novell. Queremos, por romper una lanza a su favor, pensar que el abandono de su cargo y de su  estado no implica, forzosamente, el abandono de la fe y que tendrá, quizás, en mente, procurar la conversión de su nueva compañera de vida. Pero mucho nos tememos que no sea ése el caso. Tampoco tenemos más que indicios del carácter de la señora en cuestión, que es, como decíamos (no parece ocioso reiterarlo, tan sorprendente resulta), divorciada de un musulmán; experta en psicologías varias, notablemente orientales y relacionadas con el inquietante mundo del yoga; y que se dedica también a escribir novelas pornográficas donde aparecen con fuerza temas (según las sinopsis que ofrece la propia autora) como la lucha entre el bien y el mal, supuestos ángeles y demonios que mantienen tórridas relaciones y, en fin, un tono general de transmutación de los valores, que no parece compadecerse muy bien con las enseñanzas de una cátedra de Teología Moral. Ni siquiera de una posconciliar.

No nos atrevemos a conjeturar si estarán en lo cierto quienes ven en la señora obispesa consorte un súcubo del Maligno. Pero sí nos atrevemos a suponer qué chute de autoestima le habrá supuesto el haber podido seducir a todo un obispo.

Pobre Novell… Annie Manzanas, fea y ajada por el abuso de alcohol es comparada a un saurio por su aspecto más bien poco agradable. Si nosotros tomamos prestada la comparación para su «novia», es porque nos parece un depredador tan peligroso como el que perseguía al Capitán Garfio:

«Monseñor, si quiere ayudarla, ayúdela. ¡Pero no quiera pasar ese cocodrilo por una señora!».

G. García-Vao