La burbuja, el capitalismo y el socialismo

Europa Press

En nuestra anterior colaboración, referida a la cita de Jackson Hole, hacíamos hincapié en que, en el contexto actual, existe un excedente de dinero. Esta afirmación, que puede parecer atrevida, imprudente o irrealista, se explica en el contexto en que la economía financiera está cada vez más desvinculada de la economía real. La que empieza a denominarse «burbuja-de-todo» (Bolsas de valores, criptomonedas, materias primas, energía, vivienda, etc.), sigue relacionándose con aspectos que no tienen que ver con la economía productiva real. Lo cual no quiere decir que no afecte de lleno a todos los mortales que intervienen, por voluntad o por obligación, en las transacciones económicas cotidianas.

Los Bancos Centrales decidieron que la única manera de mantener el sistema capitalista, tal como lo conocemos, con vida, era insuflar ingentes cantidades de dinero en los circuitos de la economía. Hasta hace poco, la inflación, que suele ser consecuencia de estas medidas, se había notado poco, porque estas inyecciones se habían dedicado a «tapar agujeros», es decir, no se había desbordado la economía de dinero, como tampoco existían los actuales y supuestos planes de digitalización y economía sostenible que afloraron tras la pandemia, como quien incrementa su dosis de droga, sabiendo que volverla a reducir resultaría traumático, porque el sistema empieza a no dar más de sí. Y vestirlo como un cambio de modelo productivo, cuando la realidad era que se profundizaba en el cáncer del sistema actual, que es la deuda.

Por poner un ejemplo. La FED compra cada mes 40.000 millones de dólares de deuda hipotecaria, que permite a la banca hacer líquidos sus derechos de crédito sobre los prestatarios, y de esa manera, disponer de más dinero (rectius, del mismo dinero, por duplicado), para acometer nuevos préstamos.

Ahora, los datos de inflación, actor que empieza a tomar protagonismo como resultado de los excesos anteriores, tienen interpretaciones muy diversas. Se dice que será un fenómeno pasajero, que no justifica, de por sí, subidas de tipos, pero no se ve cómo se reducirá mientras no se reduzca la monstruosa dosis de estimulantes artificiales con que se nutre la economía. Por otro lado, empiezan a oírse afirmaciones que suenan a auténtico delirio. Se dice que la inflación será buena -que lo es- para reducir el saldo de la deuda pública real, pero eso hasta que se fuerce una subida de tipos que encarezca el endeudamiento, y siempre sin contar con las consecuencias que eso tiene para el poder adquisitivo de los ciudadanos. En otras palabras, se pretende que la inflación sea un impuesto encubierto que afectará esencialmente a las clases medias y bajas.

Los más exaltados liberales consideran estas políticas monetarias como «socialistas». Desde su prisma de razonamiento, puede ser, aunque no es lugar aquí para discutir términos. No obstante, uno se queda con dos sensaciones: la primera, que se ha perdido el norte: el sistema está desbocado. Se ha perdido todo resto de sentido común en el gobierno de la economía mundial, y el objetivo solamente perece ser llegar a mañana; y la segunda, que esas políticas «socialistas» de la FED y otros Bancos Centrales vienen muy bien a los tiburones del capitalismo. Parece que la intervención estatal en la economía, cuando genera viento a favor de la especulación, no es tan mala.

Javier de MiguelCírculo Ntra. Sra. de los Desamparados de Valencia