BOLIVIA- La Provincia de Charcas otorgó un triunfo aplastante a Luis Arce Catacora, dirigente de Movimiento Al Socialismo (MAS), en las presidenciales bolivianas de 2020. El discurso de la oposición apunta a la aceptación de la derrota, a diferencia su actitud durante las protestas de 2019 en que se derrocó a Evo Morales.
Una disposición que no sorprende en la mentalidad de los analistas políticos, colectivos ciudadanos, líderes de opinión o medios de comunicación. Al fin y al cabo, la democracia liberal es traicionera: un día quiere luchar contra el socialismo. Al otro, acepta su triunfo porque «se logró democráticamente».
El mismo gobierno de Jeanine Áñez, de discurso tan combativo contra el socialismo, se adelantó al reconocer y felicitar este «triunfo democrático del MAS». Lo mismo hizo Carlos Mesa, candidato del partido más decidido contra el masismo. Su lema: «Si ellos ganan, Evo vuelve».
El voto católico estuvo dividido. El miedo al retorno del MAS impulsó una lógica del «voto útil» con un apoyo al tibio Mesa, de la alianza Comunidad Ciudadana. Se trata de un Guaidó boliviano que ya había sido presidente y que renunció por las presiones del MAS.
Otro receptáculo de votos católicos fue la alianza Creemos, del conservador Luis Fernando Camacho. Este personaje, que coqueteó en su día con las sectas protestantes y está involucrado en los Papeles de Panamá, representaba una oposición más radical que Mesa.
Todo esto es prueba de que no podemos confiar en la democracia como régimen de gobierno. Su endiosamiento es el modo de ocultar sus insostenibles fallas. Ante este caos sólo nos queda confiar en Dios: Él sabe por qué hace las cosas. Con San Agustín, Dios puede sacar un bien hasta del mismo mal.
FARO/ Círculo Tradicionalista San Juan Bautista