Los últimos acontecimientos en Bolivia han despertado nuevamente el odio anticristiano del feminismo. Han dado también ocasión para que esta ideología demuestre por enésima vez que es una fase más del liberalismo, un viejo error con un nuevo maquillaje.
Libertad, libertad y libertad, absurdo nombre con el que se disfraza la luciferina licencia. «Derecho a decidir», otro absurdo nombre con el que se disfraza el pérfido error del voluntarismo: que la decisión es buena por ser decisión y no porque esté guiada por la razón.
Pero, ¿por qué tanto alboroto? Resulta que una adolescente violada decidió no abortar y esto despertó la furia de los orcos de pañuelo verde. Activistas, políticos y líderes de opinión respaldaron el mito feminista de que la Iglesia es «metiche», que quiere «obligar a las mujeres a parir» y demás trucos sofísticos que ningún adulto maduro debería decir.
Las pandillas feministas dicen preocuparse de que las menores no sean madres, pero no van tras el violador, que es el principal culpable de que la muchacha haya resultado embarazada. No muestran un solo informe médico que confirme o descarte si la chica puede dar a luz. Solo sueltan poesía y disparates: mucho ruido y pocas nueces.
Los colectivos y Organizaciones No Gubernamentales (ONG) feministas tuvieron lo que esperaban en bandeja de plata: la ocasión adecuada para despotricar contra la Iglesia. No faltaron las invitaciones para la apostasía colectiva, disfrazándolas de algo que «no va contra la fe, sino contra la institución de la Iglesia Católica», cual sofismo protestantoide o deísta de baja calaña.
Prácticamente ni un solo medio de comunicación boliviano utilizó los términos correctos para referirse al aborto: ni infanticidio ni asesinato del niño dentro del vientre materno. Prefirieron el ilegítimo y eufemístico nombre de «interrupción del embarazo». Esto hace al aborto apetecible, ya que el mal tiene que presentarse como bien para arrastrar ganado.
Y por si fuera poco, tanto los medios como las instituciones estatales hicieron eco de una falsa y eufemística «Interrupción Legal del Embarazo» (ILE), cosa jurídicamente inexistente en este país. Lo que sí existe es aborto no punible en casos de violación, lo que significa que sigue abortar siendo delito, pero que el Estado puede no castigar el crimen si el embarazo fue producto de una violación.
Este trágico problema no se resuelve solo con «ser providas»: el providismo centra sus esfuerzos en evitar sacrificios para Moloch, y puede que lo haga muy noblemente, pero no es suficiente. Hay detrás un problema también de moral, con el tema de la familia y los sodomitas que impulsan la agenda LGBT. Pero más allá de eso, es un problema teológico.
No basta con formarse en ciencias naturales para resolver este problema: hay que formarse también en apologética, teología y filosofía. Las críticas de ciertos personajes contra la Iglesia parten de la falsa idea de que Dios no existe, que la magia esto y lo otro, y otras chiquilladas sin sustento serio.
Esto no es una «batalla cultural», como suelen afirmar las ONG liberales que financian conferencistas por aquí y por acullá. Más que batalla, es una guerra, y más que cultural, es religiosa: la religión del hombre contra la religión de Dios, el antropocentrismo contra el teocentrismo, el error contra la verdad. Esa es la esencia de nuestra causa y así la tenemos que asumir.
Con todo, estos tristes acontecimientos sirvieron para separar la paja del trigo: ahora los diablos «pelaron capucha». Ojalá la actual situación sirva para que los bolivianos nos pongamos las pilas y abandonemos la tibieza, para por fin defender lo que deben defender: el Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Aarón Mariscal, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.