La esperanza de Venezuela en un callejón sin salida aparente

Venezolanos esperando su turno. Cordonpress

La situación que vive Venezuela más que triste es aterradora. Se ha convertido en un callejón abandonado propiedad de un gobierno cruel, plagado de corrupción y delincuencia. Las familias venezolanas por desgracia viven con miedo, y por eso es el país de Hispanoamérica del que más personas huyen en busca de una vida austera, que se traduce en millones de refugiados esparcidos por el mundo. El hambre, la inseguridad, la economía… Todos estos tópicos los conocemos de sobra, es lo que se suele decir sobre Venezuela, y es muy cierto. Solo basta con conocer a un venezolano común y corriente para comprender la realidad y el miedo que los invade.

Pero lo que más preocupa de Venezuela es una realidad incuestionable: es un callejón —aparentemente— sin salida. Políticos, periodistas y personas de toda índole de Venezuela y del mundo caen en el error de obviar esta realidad, y creen que la salvación del país —la salida de ese callejón— se encuentra en la acción que pueda acometer algún día Estados Unidos o los organismos supranacionales para despachar al gobierno chavista. Es desesperante pensar que esa sea la única alternativa para liberar al país. Por eso se trata de un callejón sin salida: si la única vía de escape es entregarse a estos gobiernos, no existe una verdadera salida del mal.

Los venezolanos volverían a perder su autonomía y se convertirían en una colonia de Estados Unidos con una clase política igual de nefasta que la anterior y un territorio al servicio de las ideologías predominantes que destruyen al ser humano, con el mismo fin, pero de formas diferentes a la dictadura actual. Sería cambiar un mal por otro, una consecuencia directa del liberalismo que crea un sinfín de ideologías que buscan privar a las poblaciones del verdadero bien, y se asientan como nuevas religiones. En este caso sería pasar del endiosamiento a las figuras de Simón Bolívar y Hugo Chávez a la reverencia de la doctrina democrática y el globalismo.

Muchos creen que con la salida del chavismo Venezuela se curaría, cuando el remedio más que ser igual o peor que la enfermedad, viene del mismo virus. Resulta imperante alzar la mirada, y rendirse ante la evidencia: los que esperan la caída del régimen chavista para hacerse con estas tierras terminarán de acabar con el arraigo que nos une a todos los hispanos, que es nuestra Fe católica, y así sucumbir al pueblo en costumbres y estilos de vida modernos afines a la agenda predominante en occidente.

Personas de buenas intenciones son ciegas a este hecho, y creen que la salida del país se encuentra ahí. Juan Guaidó, quien es el líder opositor y cuenta con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea ha manifestado su simpatía con la masonería públicamente mientras utiliza a Dios y a la Santísima Virgen María para conseguir el apoyo de los cristianos venezolanos. Ese es el líder opositor. Imagínense, pues, lo que nos espera si llega al poder.

La independencia de Venezuela provocó el nacimiento de caudillos que han infectado con ideas de la ilustración las generaciones siguientes y gobiernos corruptos que han desembocado en la venida de Chávez y la continuación en Maduro.

A pesar de este panorama oscuro, sí existe una verdadera salida a este mal que no pasa por ningún político. Hay una salida verdadera de este callejón que no es humana y por eso cuesta verla. Debemos confiar plenamente en ella, que se encuentra en el Corazón de Jesús en el que encomendamos nuestras necesidades.

Les pido un Ave María por Venezuela, para que Nuestra Madre nos socorra a los venezolanos y ruegue por todas las tierras hispanas. Dios quiera y nos permita ver algún día nuestras tierras libres de cualquier tipo de ideología.

Alberto Toro, Navarra