Totus tuus ego sum

Inmaculada del Escorial. Bartolomé Esteban Murillo. Museo del Prado

En este primer día de la Octava de la Inmaculada Concepción, continuamos ofreciendo la programación especial con motivo del primer aniversario de La Esperanza, periódico católico monárquico

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¿A dónde se dirige el corazón cuando agoniza en sus yerros? Dios que es infinitamente misericordioso y justo, mira con atención nuestras empresas, sin importar cuán pequeñas sean, y recibe lo que se da con un amor tierno y sincero. ¡Ah!, pero después, ¡qué fácil es para el hombre ensuciar aquella minúscula oblación con amor propio, donde al recuerdo se le sobrecarga de orgullo o a las preces de hastío! Oh, mi Señor, ¡hasta la tierra tembló al ver tu muerte y yo me conformo con ofreceros tan poca fidelidad! Y es que nuestra naturaleza corrompida nos mueve a la rebeldía y por lo tanto a la desobediencia, pues preferimos neciamente, sostenernos sobre nuestras miserias en vez de entregarnos por completo al Altísimo.

Perfecto cumplimiento de la obediencia cuando el Hijo en la cruz le dice al Padre, «Consummatum est.» Pero nosotros, miserables gusanos, no podemos estar sin saciar los deseos de la carne, ora la pereza, ora el egoísmo. Reformulo la pregunta entonces, ¿a dónde se dirige el corazón si no podemos mantenernos firmes a Quien con sumo amor nos vino a salvar? Para el católico que vive su fe no es de asombro la respuesta a esta pregunta, pues sabemos que la obediencia de la Santísima Virgen María dio lugar a la encarnación del Verbo a través de Su «fiat voluntas tua»

«Si por el Ave María ha comenzado la salvación del mundo, de esta misma oración depende la salvación de cada uno en particular», escribe San Luis María Grignion de Montfort en su libro, Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen. Pues si Cristo fue formado en el claustro materno de María, de igual forma podrá esta augusta Reina formar a Cristo en nuestras almas, si es que nos consagramos en cuerpo y alma a Ella, abandonarnos en Sus sacrosantos brazos para agradar a nuestro Rey sin temor de ser rechazados, ya que es Su misma Madre quien nos presenta ante Él.

Ayer, 08 de diciembre, es el día de la Inmaculada Concepción, una nueva fiesta mariana y una nueva oportunidad para consagrarnos totalmente a la Virgen bajo el método de Montfort. Esta fórmula se desarrolla en el libro que mencioné líneas arriba, no quiero entrar en detalles sobre este método, dado que es de fácil búsqueda y debe quedar en el interés de cada cristiano, sino solo hacer recordar que en estos tiempos tumultuosos no podemos andar con tibiezas y seguir prolongando, día sí día no, la lucha por conquistar la santidad, que es la vocación de toda alma.

Joel Antonio Vásquez, Círculo Blas de Ostolaza