
Hoy les traemos un extracto de la Historia real sagrada de don Juan de Palafox y Mendoza. En breves líneas, el ilustre obispo y virrey de Nueva España explica cuáles son las formas de gobierno que puede tener una comunidad política y qué diferencias presentan.
«Luego se viene a la consideración la ordinaria duda política de la forma de gobierno, entre el monárquico, aristocrático y democrático, esto es, príncipe, Senado o pueblo. No puede negarse ser el popular origen de confusiones y discordias, vario, vago, inconstante y pernicioso, sujeto a grandes enfermedades políticas, donde es más poderoso el atrevido y más seguido el audaz y el insolente; mal seguro, cualquiera aura popular lo inquieta, cualquier ánimo soberbio lo altera, cualquier accidente lo perturba; ni puede caber en sí lleno de tantas pasiones, ni hacer efecto grande con la variedad y mudanza de sus resoluciones y decretos. No es mejor que el popular el del Senado, frecuentemente tantos tiranos como senadores; gobierno de emulaciones y envidias, de recelos y acechanzas, siempre desconfiados unos de otros, y todos juntos del pueblo a quien mandan con dureza e injurian con destemplanza, temiendo al que ofenden, arriesgada la libertad, ya del vulgo que aborrece al Senado, ya en el Senado mismo, si hay un hombre entre ellos que haga cabeza al pueblo.
El Imperio monárquico más natural, frecuente y acreditado. Dios, aunque Trino en personas, Uno en esencia, y aquella celestial corte, aquel orden jerárquico de los ángeles, aquella diferencia de mérito y gozo de los santos, aquel supremo poder reconocido y adorado en Dios ¿qué es sino una inefable, maravillosa y espiritual monarquía? La Iglesia militante, que sigue a la triunfante tiene por cabeza visible al pontífice; todas las demás órdenes, patriarcas, primados, arzobispos, obispos, sacerdotes reverencian y veneran su cabeza como a vicario de Cristo. Y en lo temporal, si no fuera limitado el poder humano, monarquía universal se hubiera conservado el mundo, la que halló el Señor al encarnar y al nacer y quiso acreditar con sujetarse al tributo, registrándose en Augusto y pagándole en Tiberio. Todo estado político anda inquieto hasta entrar, aunque sea por la puerta de la violencia y de la tiranía, en el monárquico, no pudiendo los hombres vivir sin reconocer otro hombre y que venga de una suprema mano la dirección universal de las cosas[i]».
[i]Palafox y Mendoza, J. de: Historia real sagrada, Lib. I, cap. 11, núms. 3 y 4.
José Jaime Carranza Alvarado, Círculo Tradicionalista Celedonio de Jarauta.